¿Quién les cree?

El PNV tiene un largo camino en la apuesta por la derrota de ETA, debido a la resistencia que aún ofrecen algunos dirigentes más identificados con la familia política de Batasuna. Ahora la izquierda abertzale reaparece aprovechando el ‘bajón’ de actividad de la banda para volver a mostrar el señuelo del proceso de paz.

Es tan vieja la persistencia de ETA, tan repetitivos sus mensajes y tan insufrible su obsesión por controlar y coaccionar a los ciudadanos vascos desde los desagües nacionalistas que hasta las reacciones a sus apariciones públicas han dejado de ser novedosas. ¿O se trata de reacciones tardías? La enésima propuesta de la denominada izquierda abertzale ha sonado a rancia. La mayoría de los partidos democráticos así la han considerado. Incluso el PNV, cuyos dirigentes en Vizcaya parecen ‘caídos del caballo’. En una fiesta de partido en la que coincidieron el alcalde de Bilbao, el diputado general de Vizcaya y Andoni Ortuzar, los tres dirigentes coincidieron en restar importancia a esa propuesta de «pacificación» del entorno de Batasuna que sigue sin separarse de ETA.

‘Bienvenidos al club de los desengañados’ habrá que decirles a los jelkides vizcaínos, esperando que la caída no haya sido muy dolorosa. Porque muchos, antes que ellos, y muchos años hace ya de esto, otros ciudadanos vascos como los Ordóñez, los Buesa o los Pagazaurtundúa, acompañados de tantas voces anónimas, exigían que ETA entregase las armas. Y punto. Y por mantener esa actitud se les acusó de enemigos del proceso de paz. Ahora Ortuzar dice que no cree lo que dice el entorno de ETA. Bien. Que se lo explique primero al veterano Arzalluz, que padece cierta confusión entre los enemigos de la democracia y los adversarios políticos. Y luego, que se dirija a su compañero guipuzcoano Joseba Egibar, que se opuso, el pasado verano, a suscribir un pacto contra ETA que estaba diseñando el ministro Rubalcaba.

Salvados estos dos importantes escollos dentro del PNV para que los mensajes del partido sabiniano también gocen de cierta credibilidad, habrá que reconocer que sus pasos están siendo más bien parsimoniosos. ¿O quizás calculados? Si todavía se manifiestan contra la Ley de Partidos, que ha hecho posible apartar de la legalidad a los cómplices políticos del terrorismo, y si al alcalde Azkuna le parece que Urkullu, al decir que ETA debe desaparecer, ha arriesgado mucho… a los nacionalistas les queda todavía un largo camino hasta que apuesten por la regeneración democrática con todas sus consecuencias.

Porque en el largo movimiento político y social contra el terrorismo no está, precisamente, en la vanguardia, esencialmente por la resistencia que siguen ofreciendo algunos dirigentes más identificados con la familia política de Batasuna. ¿O es que ya no se recuerda la manifestación en la que destacados dirigentes del PNV acompañaron a los socios de la ilegalizada Batasuna? Ahora la izquierda abertzale ha reaparecido, como el Guadiana, aprovechando el ‘bajón’ de actividad de la banda terrorista para volver a mostrar el señuelo del proceso de paz. Y si lo hace es porque, hasta ahora, siempre ha picado alguien. Por eso no fue casual el aviso que lanzó el consejero Rodolfo Ares en un foro de coloquio, en Madrid, la pasada semana, alertando a la opinión pública de que nadie se deje engañar por los intentos de los radicales abertzales, que lo único que pretenden es volver a aprovecharse de las instituciones democráticas.

Y por este temor, el consejero, junto al ministro Rubalcaba, llevaban meses intentando implicar a todos los partidos democráticos en un amplio pacto que contemple el compromiso de no dialogar con ETA hasta que no haga público el abandono definitivo de las armas. Nadie mejor que ellos, que se vieron envueltos en la última trampa negociadora de la banda, hace cuatro años, para saber que los terroristas utilizan los periodos de negociación para tomar oxígeno y liberarse de la presión policial. «No hay que escuchar a ETA. Hay que presionarla».

Así está la cuestión en estos momentos tan bajos para la organización terrorista y su conglomerado político. Cada vez más desprestigiados por no haberse atrevido a cortar con la banda que les dirige. Ofrecer ahora un proceso de negociación sin desvincularse de ETA no es ni siquiera un paso. Y si insisten en vivir del cuento de la agitación justificando el conflicto provocado por el terrorismo, se irán quedando sin altavoces, su principal fuente de mantenimiento.

El director general de EITB, Alberto Surio, no ha podido ser más claro en una entrevista en EL CORREO al señalar que los portavoces de la izquierda abertzale ilegal no tendrán a EITB como altavoz propagandístico. Solo por ese salto cualitativo en los medios de comunicación públicos merecería la pena el cambio. A algunos les puede resultar paradójico que el director general del ente público haga bandera de la pluralidad, mientras reconoce que no todos los mensajes van a tener encaje.

Pero se trata de la pluralidad democrática no coartada. De valor incalculable para la interminable espiral de acción-reacción con que ETA y su entorno, durante décadas, han disfrazado la propia degradación de un proyecto que no tenía detrás contenido alguno que no fuera retroalimentar la violencia. Cuanto más tarden los simpatizantes de la llamada izquierda abertzale en percatarse y aceptar que el embeleco de la negociación, salida negociada, ausencia de todas las violencias o cualesquiera otra formulación es una vía amortizada, más tardarán en cambiar el rumbo a favor de las opciones independentistas que ya han rechazado el terrorismo.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 16/11/2009