Desinformación

Eduardo Uriarte y Javier Elorrieta, miembros de la Fundación para la Libertad que preside Nicolás Redondo, viajaron a Sudáfrica en 2007 y se encontraron con que buena parte de los interlocutores con los que hablaron estaban profundamente desinformados sobre España y sobre el País Vasco y muy influidos por la visión nacionalista.

En los últimos años el conjunto del nacionalismo vasco ha puesto bastante interés en establecer relaciones con políticos de Sudáfrica. Miembros del Gobierno de Juan José Ibarretxe viajaron a aquel país y lo mismo hicieron dirigentes de Batasuna como Pernando Barrena y Joseba Alvarez, entre otros. Antes y después de la tregua de 2006 mantuvieron numerosos contactos con representantes del Congreso Nacional Africano (ANC), mientras la organización Segi se relacionaba con las Juventudes Comunistas de Sudáfrica. Arnaldo Otegi viajó a Cuba en 1999 para pedirle a Fidel Castro que convenciera a Nelson Mandela para que asistiera en el País Vasco a una reunión de Udalbiltza.

A petición de Batasuna, en 2007, el ANC utilizó los canales de la Internacional Socialista para pedir al PSOE que continuara con las negociaciones que ETA había roto a bombazos. Esa fue su única gestión en torno al pasado proceso de diálogo con la banda terrorista.

Eduardo Uriarte y Javier Elorrieta, miembros de la Fundación para la Libertad que preside Nicolás Redondo, viajaron a Sudáfrica en 2007 y se encontraron con que buena parte de los interlocutores con los que hablaron estaban profundamente desinformados sobre España y sobre el País Vasco y muy influidos por la visión nacionalista. Cuentan que la conversación más tensa de su viaje fue la que tuvieron con Roelf Meyer y Brian Currin, genuinos representantes de uno de los sectores más dinámicos de la economía sudafricana de los últimos años: la industria de la mediación. Meyer -asesor del anterior lehendakari- y Currin -asesor de Batasuna– tenían una visión del País Vasco basada en el ‘plan Ibarretxe’ aderezado con toques de la izquierda abertzale. La solución que veían al terrorismo etarra era aceptar la autodeterminación y la independencia.

Con esa situación de fondo, los ministerios de Asuntos Exteriores y de Interior han realizado en los últimos años un trabajo intenso para contrarrestar en Sudáfrica, tanto en sus instituciones como en el ANC, la influencia que había conseguido el mundo de Batasuna. Y han obtenido algunos resultados. El Congreso Nacional Africano ha marcado distancias con Batasuna y ha hecho saber a Meyer y a Currin que no podían actuar en su nombre. El primero lo ha dejado, no así el segundo, que sigue, a título particular o a título de Batasuna.

Sorprende, por tanto, que las últimas declaraciones públicas efectuadas por Currin hayan provocado el revuelo que han provocado y que esas manifestaciones puedan provocar un enfrentamiento entre el Gobierno y el primer partido de la oposición. Sus palabras transmiten la idea de que el entrevistado trata de hacerse el ‘enterao’, de hacer creer que sabe muchas cosas, pero no las puede decir. Dijo, por ejemplo, que estaba «al tanto» de los movimientos de presos a pesar de haber sido «bastante confidenciales». Tan confidenciales que han aparecido en las portadas de la prensa. Y los valoró positivamente el mismo día en que Etxerat, la asociación de familiares de reclusos que siguen la disciplina etarra, criticaba al Gobierno por realizar precisamente esos traslados y le acusaba de intentar dividir al colectivo de presos. Currin no se ha debido enterar bien de lo que suponen esos traslados. Los de Etxerat, en cambio, sí y por eso protestan.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 17/8/2010