A cuchillo

EL MUNDO 16/09/14
ARCADI ESPADA

COMO ERA previsible ha bajado mucho el share de las decapitaciones en el desierto. Desde Foley a Haines hay un mundo en términos de audiencia. Goebbels, al que vi ayer por cierto con muy mala cara en El triunfo de la voluntad (cada día de esta semana grande me pondré unos diez minutos de película a modo de lexatín), dijo, según fama, que una mentira mil veces repetida acaba convirtiéndose en una verdad. No podía prever lo que pasa en nuestro mundo; o sea, que una verdad mil veces repetida acaba convirtiéndose en una mentira. Tengo pruebas. Hace unos días una afamada columnista española escribió: «Hay una continuidad moral (o inmoral) entre la crucifixión de los islamistas y la tortura necia y sádica del Toro de la Vega en Tordesillas: en ambos casos disfrutan provocando terror e intolerable sufrimiento en un ser vivo y se justifican con argumentos delirantes». Yo creo que en un mundo donde alguien pueda empezar con los torturados y asesinados por el islamismo y acabar con el Toro de Tordesillas (y donde, por cierto, y que yo sepa, nadie le haya pedido a la columnista una explicación por sus continuidades), es un mundo perfectamente blindado y no veo qué resquicio pueden introducir ahí los islamistas con sus ofertas para el prime time. El blindaje, lo admito, puede vacilar ante las novedades; pero al segundo golpe idéntico ya ha recuperado toda la inmunidad. Es el camino que va de la Crucifixión a las crucifixiones.

La novedad es la gran premisa de nuestra época, incluso para el crimen. Respecto a las dos primeras decapitaciones, el de Haines sí supone algo nuevo: mientras Foley y Sotloff eran periodistas, Haines era un cooperante. Alguien destinado a hacer el bien entre los malvados. Y el cuarto que se anuncia es un taxista: también estaba tratando de ayudar en Siria. Se detecta una relación inexistente entre las actividades de las víctimas y las razones de su muerte. Hubo un tiempo del asesinato a cuchillo en que los islamistas trataban de inventarse alguna actividad paralela. Era así como un estricto contratista de obras podía ser asesinado por espía. Ahora ya no es necesario. Cualquiera que pase por ahí y por la simple razón de pasar. Puede parecer sorprendente. Pero los españoles sabemos muy bien hasta qué doloroso punto tampoco se trata de una novedad. Cuántos que pasaban por ahí murieron en nombre de la patria vasca. Los terrorismos comparten una naturaleza idéntica. Sus rehenes no son los hombres por lo que son, piensan o hacen, sino por ser hombres. No deja de ser una franca superación del crimen nazi.