¿A qué espera?

ABC 07/08/16
LUIS VENTOSO

· Ante el disparate Sánchez, Susana debe probar ya si tiene madera

SIETE meses y dos elecciones después, cuando seguimos sin Gobierno y con el respetable hasta la zanfoña, hay algo que ha quedado universalmente claro: lo siento, Bego, a mí también me molaría dormir en La Moncloa, pero tu marido no sirve para esto. Sánchez es estricnina en las urnas para los socialistas y supone un serio problema para España, porque no respeta los resultados electorales y porque no se toma en serio el mayor problema sobre la mesa, el golpe de Estado a cámara lenta en Cataluña. Además, su sectarismo y sus intereses ególatras lo llevan a concluir que el PSOE, un partido de Estado y constitucionalista, está más cerca de Podemos, comunista y de querencia antisistema, que del PP. El cuadro se completa con un talante personal desagradable –hay otro adjetivo, pero seremos educados–, que le ha granjeado antipatías hasta entre sus estrechos colaboradores. Todos los que pintan algo en el PSOE saben que su partido va al abismo mientras no se le dé boleta.

Pero Pedro, que era un simple concejal en Madrid y nunca se ha visto en gloria igual, se adhiere al sillón de Ferraz con la tenacidad de una lapa y hasta fabula –¡todavía!– con ser presidente de chiripa mediante el abrazo del oso de Podemos y los separatistas sediciosos. ¿Qué puede hacer su partido ante un personalismo que lo está arrastrando a la insignificancia? Pues desafiar claramente el liderazgo de Sánchez para desalojarlo. Y ahí llega la hora de que Susana Díaz demuestre de qué pasta está hecha, si es una lideresa regional, con sentido común y pegada coloquial, o si de verdad tiene madera para una carrera de Estado y para devolver al PSOE al centro y el patriotismo.

En España somos muy dados a subir a las personas al pedestal antes de tiempo y apearlas con igual celeridad. Susana Díaz, de 41 años, que heredó el cargo del corrupto Griñán, ha sido política profesional toda su vida y se tomó diez años para acabar Derecho. Su resultado electoral fue discreto y su cosecha legislativa, pírrica. Pero posee sus cualidades: es laboriosa y peleona, con desparpajo a la hora de comunicar, tiene cierto criterio y, sobre todo, cree en España y la defiende (todo un hito en el PSOE tras el paso del Atila de León). En los dos últimos años, su error ha sido amagar y no dar (un poco como le ocurrió a Aguirre cuando intentó moverle la silla a Rajoy). Ha intentado controlar el disparate Sánchez con pellizcos de monja. Pero eso no basta. La situación de España y de su partido exigen que dé un paso al frente respaldada por otros socialistas razonables (ilustres de antaño y los presidentes de Asturias, Castilla-La Mancha, Extremadura y Aragón). Debe postularse abiertamente para derribar a Sánchez. Su candidatura podría apuntalarse con tres propuestas: limpiar al PSOE de corrupción en serio (pues anda en ratios PP), romper con el PSC y salir en Cataluña con la marca estatal, y cerrar filas con el PP y Ciudadanos en la defensa de la nación, olvidándose de la coña del federalismo asimétrico, que solo sirve para dividir a los buenos sin contentar a los malos.

Si hacen todo eso, repuntarán rápido. ¿La alternativa? Continuar chapoteando en la rabieta infantil y juvenil de Sánchez.