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JON JUARISTI – ABC – 09/10/16

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· La memoria es un jardín con flores de plástico.

Veo en televisión (TVE) una reciente entrevista con Carlos Garaikoetxea, que fuera primer lendakari electo del Gobierno Vasco (1980-1985), a propósito del trigésimo aniversario de la fundación de Eusko Alkartasuna, partido que hoy forma parte de Bildu.

Como sucede en este tipo de entrevistas más o menos conmemorativas, se deja al entrevistado un margen de maniobra muy amplio para que se luzca en una apología pro vita sua. Garaikoetxea lo aprovecha muy bien, sin rencores y con todo el sentido del humor que es capaz de exhibir (no mucho: nunca fue don Carlos la alegría de la huerta navarra). Habla de sus aciertos y de sus logros, la mayoría de los cuales, como sus errores, son ya devaneos y verdura de las eras. De repente, tras evocar las grandes manifestaciones de esos años contra ETA en el País Vasco, insinúa que el mérito en el desarme de la organización terrorista no corresponde a quienes ahora se lo atribuyen, y entiendo que se refiere a los socialistas.

Estoy de acuerdo. De hecho, el mérito está bastante repartido. Una parte muy importante del mismo se lo llevan las fuerzas de seguridad del Estado, Policía, Guardia Civil y, en menor medida, la Ertzantza, que mantuvieron la lucha en primera fila y pusieron la mayor parte de las víctimas de los atentados. Y luego militares y civiles de toda condición (salvo la eclesiástica, que no estuvo a la altura): fiscales, profesores, trabajadores manuales, hosteleros, periodistas. Que los partidos nacionalistas a los que ha pertenecido Garaikoetxea aportaran lo suyo, no lo niego, pero no fue una contribución decisiva. Yo diría que se caracterizó por la ambigüedad, y de momento voy a dejarlo ahí.

Garaikoetxea añade que el actual papel de EA en el seno de Bildu es muy semejante al que ejercieron el PNV y EA sobre la izquierda abertzale de los años de plomo: el de introducir moderación y racionalidad. Absurdo. Bildu representa hoy lo que ETA y su entorno en el pasado, aunque sin pistolas: el extremismo y el fanatismo independentista que permite al PNV presentarse como el partido del diálogo, de los grandes acuerdos y del sentido común. Lo que pasa es que ese truco ya está muy visto.

Nadie se deja engañar por él, y Rajoy menos que nadie, según se desprende de su respuesta a Aitor Esteban en el último debate de investidura, donde le vino a decir que no se pasaran de gorrones, que ya tenían asegurado el privilegio y que dejaran de tocar las narices a los demás españoles. En este caso, la abulia taoísta del presidente en funciones funciona a la perfección, y perdón por el retruécano. Con los nacionalistas vascos, lo mejor es dejarlos cocerse en su propio marmitako.

Otra simpática retrospectiva llegaba esta semana de la mano de Anna Balletbó, figura histórica del PSC tan retirada de la política como Garaikoetxea. A la antigua diputada Balletbó no le parece nada bien la caracterización de Podemos como un movimiento antisistema, antidemocrático, totalitario, etcétera, que tanto juego ha dado en el derrocamiento de Pedro Sánchez. Concede que hay en Podemos algunos personajes siniestros, pero que otros, como Errejón, no son muy distintos de lo que eran los dirigentes del PSOE a comienzos de la Transición. Lo curioso es que Balletbó no se dé cuenta de que ese precisamente es el problema. Nadie en su sano juicio iría hoy ni a por duros con los dirigentes del PSOE de 1976.

Y si hay que esperar que los de Podemos maduren otros cuarenta años para oír de ellos paridas semejantes a esta de Anna Balletbó, creo sinceramente que deberíamos ahorrarles la experiencia a las generaciones venideras, que no se lo merecen todo. Pensemos en nuestros nietos, abuelitos Cebolleta.

JON JUARISTI – ABC – 09/10/16