Acéptelo y disfrute

EL CORREO 12/11/14
TEODORO LEÓN GROSS

Venga, aceptemos que el domingo en Cataluña no ocurrió nada anómalo. Aceptemos que solo se trató de una gran ‘fiesta de la democracia’. Aceptemos que la ley solo es un detalle secundario. Aceptemos que un Estado no puede hacer nada ante algo así. O aceptemos al menos que un Estado no debe hacer nada ante algo así. Aceptemos, como dice un líder nacionalista, que aquello era «civismo avanzado» frente a los «fascistas celtíberos retrógrados». Aceptemos el profundo ‘civismo avanzado’ que emana del ‘derecho a decidir no cumplir la Ley’. Aceptemos que el titular adecuado es 80% de voto independentista en un referéndum convocado por independentistas y controlado por independentistas con un 29% de voto independentista sobre el censo. Aceptemos que lo normal, en este escenario, es no ver al presidente, o no más que Wally en los dibujos de Handford. Aceptemos que el domingo Moncloa estuviera alerta para felicitar a Álex Márquez. Aceptemos que todo esto no retrata un contexto institucional deteriorado. Aceptemos nación como concepto discutido y discutible. Aceptemos la institucionalización del diálogo salvaje del capítulo de los cerditos en A3: –La ley es la ley. –Pues la ley es una mierda …y continuemos este cuento de guión atractivo. Aceptemos que la ley, como dice el presidente del Poder Judicial, es para robagallinas. Aceptemos que la preocupación nacional sean los robagallinas. Aceptemos que el debate trate sobre algo inexistente como el ‘derecho a decidir’. Aceptemos la lógica de un pueblo sojuzgado en el top del PIB. Aceptemos que un pueblo ‘colonizado’ prohíbe estudiar en el idioma de los colonizadores. Aceptemos que votar tres veces encaja en ‘todo ha funcionado a la perfección’. Aceptemos que Bob Esponja puede ser vecino de Sant Sadurní. Aceptemos que incumplir la ley es una solución razonable con buenos resultados. Aceptemos que cuando el presidente o el fiscal o cualquiera jura «cumplir y hacer cumplir la Constitución» es un mero formalismo.

Una vez aceptado todo eso, y estadísticamente es fácil aceptarlo, se ve enseguida que todo está muchísimo mejor. Entonces ya no hay que preocuparse de la perspectiva de elecciones con la trinchera prorreferéndum fortalecida; a la espera de comicios generales donde los grandes partidos se debilitarán bajo una nueva aritmética con Podemos en todas las combinaciones. Así que, claro que sí, aceptemos que el 9-N realmente fue un éxito, una fiesta de la democracia. Aceptemos que Euskadi pueda disfrutar pronto de otra fiesta de la democracia. Aceptemos que cualquiera tenga su fiesta de la democracia. Aceptemos que las grandes fortunas puedan reclamar su ‘derecho a decidir’ no pagar impuestos con el argumento de que es un sentimiento colectivo profundo. Aceptemos que el Estado de Derecho definitivamente es un mantra de «fascistas celtíberos retrógrados».