Afganistán, un callejón sin salida

Desde su creación en 1994, los talibanes se han convertido en la única opción de las tribus locales, que no encuentran seguridad ni estabilidad en las fuerzas de la OTAN. Los gobiernos intervinientes en Afganistán deben revisar su estrategia; aumentar las tropas sólo exacerbará la situación de deterioro. La solución está en la política, y las llaves, en manos de los afganos.

La escena afgana está tiñéndose cada vez más de una inseguridad creada por los ataques de la coalición contra los talibanes, que se cobran la vida de miles de ciudadanos inocentes y desarmados. La situación de las fuerzas de la OTAN en Afganistán no dista mucho de la que se encontraban las tropas soviéticas en este mismo país hace unos años.

Aunque las oleadas de violencia no sean algo nuevo, el incremento de los ataques en los últimos tiempos proyecta una larga sombra sobre el éxito de la nueva estrategia que anunció el presidente Obama y cuyo fin no era otro que erradicar el terrorismo. Los recientes acontecimientos han atraído la atención de muchos analistas políticos que hicieron hincapié en la gravedad del asunto y en la dificultad de lograr los objetivos marcados por Estados Unidos. Al mismo tiempo, consideran la situación de Afganistán como un callejón sin salida, una misión imposible, y describen al país como ‘el Estado de las diez mil guerras’, lo que refleja la complejidad de la cuestión.

Se puede decir que el inevitable fracaso de la nueva estrategia americana es cada vez más evidente. El recrudecimiento de la violencia ha coincidido con las elecciones presidenciales afganas, que tuvieron lugar en el momento de menor seguridad desde la caída del régimen talibán, en 2001. El número de víctimas entre los soldados extranjeros ha ido a más. ¿Dónde han quedado las esperanzas depositadas en las elecciones y la tan ansiada tranquilidad de EE UU? Al parecer, el viento no sopla a su favor.

La situación se complicó a la luz de los crecientes ataques contra colegios electorales y por el poco interés público que despertaron unas elecciones marcadas por la sombra del fraude. El presidente Hamid Karzai, ganador de los comicios, tiene total apoyo de EE UU debido a que sus ambiciones políticas no se oponen en exceso a la visión de futuro estadounidense. Además, se trata de un líder tribal pastún con experiencia en los métodos de lucha sobre el terreno que muestra sin tapujos su gran hostilidad hacia el movimiento talibán. Pero es muy difícil controlar el deterioro de la situación en el país. Especialmente en lo que concierne a la seguridad, a pesar de la protección de EE UU y la presencia de las fuerzas de la OTAN. Queda un largo camino por recorrer hasta llevar de nuevo al país a la estabilidad y la seguridad.

Tal vez la cuestión afgana se haya complicado más por el hecho de que EE UU no quiere retirar las fuerzas de la OTAN de Afganistán, al menos por el momento, pues considera que la situación es también una amenaza para los países vecinos. Si los talibanes lograsen una nueva victoria, se harían con el poder no sólo en Afganistán, sino también en Pakistán.

En términos generales, se puede decir que EE UU no ha sido ni es capaz de realizar progresos en el país, hace caso omiso al sentir mayoritario del pueblo y centra su labor en el ámbito militar. Y los afganos sólo piensan en poner fin a la ocupación de su país, lograr la independencia y establecer un gobierno autónomo mediante unas elecciones justas que reflejen la voluntad nacional. La lucha continuará hasta que se logren esos objetivos.

En resumen, la llegada de más tropas extranjeras a Afganistán no cambiará la situación, a menos que se intensifiquen los trabajos hacia una estrategia diferente en la que el diálogo con los talibanes sea el medio y el fin. A pesar de todo, los talibanes son una fuerza que hay que tener en consideración. No puede ignorarse que desde su creación en 1994 se han convertido en la única opción de las tribus locales, que no encuentran seguridad ni estabilidad en las fuerzas de la OTAN. Así, EE UU y los gobiernos con fuerzas extranjeras en Afganistán deben revisar su estrategia; aumentar las tropas sólo servirá para exacerbar la situación de deterioro. La solución está en la política y las llaves, en las manos del pueblo afgano.

(Salah Serour es doctor en Filología árabe y director del ECSOM-El faro)

Salah Serour, EL CORREO, 25/1/2010