Agitación popular

EL CORREO 28/01/14
FLORENCIO DOMÍNGUEZ

En el Partido Popular las aguas bajan agitadas estos días, tanto en el ámbito nacional como en el vasco. Está, por un lado, la ruptura de un sector encabezado por Santiago Abascal y José Antonio Ortega Lara con la compañía de Alejo Vidal Quadras que han decidido montar su propio partido. Una parte sustancial de las diferencias de este sector escindido del PP tiene que ver con la política antiterrorista aplicada en los últimos dos años. Por otra parte, ayer se conocía la renuncia, voluntaria o sugerida, de Jaime Mayor a encabezar las listas europeas. El que fuera líder del PP vasco no ha ocultado desde hace tiempo sus análisis discordantes en relación con el terrorismo, entre otros asuntos.

Hay que sumar las tensiones que se registran con sectores de las asociaciones de víctimas del terrorismo, tensiones que tienen una elevada carga simbólica por la estrecha identificación que desde hace muchos años ha existido entre la mayoría de las víctimas y el Partido Popular y que desde hace unos meses parece haberse roto. Y hay que contar también los rifirrafes que se registran entre el Gobierno vasco y el PNV con el Ejecutivo central a cuenta de la gestión de la política penitenciaria y otros aspectos de la lucha antiterrorista. Esos rifirrafes, paradójicamente, han acabado teniendo reflejo en unos reproches públicos de difícil explicación por parte de la presidenta popular, Arantza Quiroga, hacia el cargo institucional más relevante con que cuenta este partido en el País Vasco, el diputado general de Álava.

En ese escenario, en el que se juntan el cuestionamiento de la política del PP con la tendencia declinante que vaticinan los sondeos preelectorales y que se arrastra desde hace unos años, los populares vascos han convocado de manera urgente un congreso extraordinario pensado para consolidar el liderazgo de su presidenta. Tal vez la iniciativa estuviera pensada desde hace tiempo, pero la forma en que se ha hecho pública la convocatoria ha transmitido una imagen de precipitación e improvisación.

A corto plazo, además, se presumen nuevos roces entre los gobiernos vasco y central porque ambos discrepan sobre la política que hay que aplicar con los presos de ETA. El lehendakari y su partido echan en cara a Mariano Rajoy haber hecho caso omiso de las propuestas planteadas el pasado mes de abril. El jefe del Ejecutivo central ha evitado dar respuesta directa, pero por la vía de hecho ha ignorado las demandas nacionalistas y no parece que eso vaya a cambiar próximamente. Así, mientras desde Vitoria se reclama más flexibilidad, desde Madrid se condicionan los cambios penitenciarios a la disolución y desarme de ETA. Rajoy y su equipo no han mostrado disposición para cambiar el rumbo, pero si la hubieran tenido, la aparición de disidencias internas le reduce el espacio de maniobra si no quiere evitar un desgaste adicional por la derecha.