Alegría, Alegría

ABC 04/02/16
LUIS VENTOSO

Un día cualquiera en la España de la Segunda Transición

FEBRERO en la alegre España de la Segunda Transición. Hernández Moltó, un cachondo de bigote cano, socialista, economista, exconsejero de Economía de Castilla-La Mancha y presidente diez años de la caja de ahorros local, le suelta al juez que él ni flores de lo que pasaba en la entidad. «Yo allí era solo un animador sociocultural, la reina madre», dice el pájaro a los magistrados. Hasta MAFO, el Stevie Wonder de la supervisión bancaria, percibió que estaban trucando las cuentas groseramente. En 2008, Moltó y sus bucaneros declararon beneficios de 29 millones, pero en realidad había pérdidas de 182. El desmán acabó en intervención y un rescate de 9.000 millones para una caja de pueblo. Moltó, el presi, explica que él no se coscaba del pufo, porque sus misiones eran otras: las croquetas, el chófer y el chalaneo.

El Tribunal Superior de Cataluña concluye que la declaración de independencia del Parlamento catalán fue ilegal e inconstitucional, pero nunca un delito. España, siempre innovando, se convierte así en el primer país del mundo donde maniobrar desde una institución del Estado contra la existencia de la propia nación sale gratis.

Rita Barberá, de locuacidad vivaracha durante sus 24 años como alcaldesa de Valencia, enmudece súbitamente cuando aflora la roña que la circundaba. En 24 años al mando, esta dama bondadosa y naif jamás vio nada sospechoso. Tampoco se le ocurre renunciar a su escaño-homenaje en la Cámara-Spa (el Senado) y habrá que esperar a que su partido, con su ya legendaria diligencia contra la corrupción, la extraiga con fórceps.

En la farándula, una tal Barei, cantante ignota y eurovisiva, avisa de que en el festival no cantará en español «ni de coña», que a ella, madrileña, le pone el inglés. El español, el segundo idioma del mundo, no sirve para captar la lírica de la tonadillera soul (que no rascará pelota, «porque fue la mejor, desde luego, pero en las votaciones hubo una conjura letal de rusos, balcánicos y malteses»).

Tras 37 años con Ángel María atornillado en la Federación de Fútbol, el Consejo Superior de Deportes despierta y decide al fin echar un ojo a sus papeles, no vaya a ser que el compinche de Blatter y Platini sea lo que parece. Los futbolistas de élite reciben aplausos del público cuando van a declarar por robar al fisco (el mismo delito de Urdangarín) y doña Manuela libera a Madrid del recuerdo de ocho pérfidos religiosos católicos, a los que hubo que asesinar por píos al comienzo de la Guerra Civil. El pertinaz Sánchez quiere ser presidente sin ganar las elecciones, con 90 diputados, el peor resultado del PSOE, y encamado con comunistas y separatistas. Rivera acredita la esterilidad de su bisagra y Mariano no se da por aludido cuando está a punto de que le adelanten por la izquierda y cuando su partido flota en la corrupción. España se hace el harakiri siendo el país de la UE que más crece, y, a lo lejos, Alonso calienta motores y anuncia que se va a salir (preludio inefable de otra campaña de rajadas contra los torpes ingenieros japos y los taimados mecánicos ingleses, que no acaban de cuajar un bólido acorde a su talento). España. El país donde la responsabilidad no existe.