Hastío

ABC – 09/05/16 – ISABEL SAN SEBASTIÁN

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· Algunos partidos provocan decepción. Otros, desconcierto, miedo o incluso lástima. Todos, aburrimiento.

Todavía no ha empezado el bombardeo de propaganda que precederá inevitablemente a la repetición de elecciones el próximo 26-J y la sensación dominante en la ciudadanía española es ya el hastío. El hartazgo generalizado de una sociedad empachada de partidismo estéril y hambrienta de soluciones a los problemas que la abruman.

Cualquier trabajador por cuenta ajena o autónomo que acabe de hacer la perentoria declaración de Hacienda es consciente de hasta qué punto el Estado grava con impuestos confiscatorios las rentas transparentes procedentes de ese trabajo. La clase media está desapareciendo, como ponen de manifiesto recientes estudios rigurosos de los que nuestros dirigentes no se dan por enterados. El sistema de pensiones no tardará en agotar la célebre «hucha» y hace agua por todas partes, porque es imposible que una población activa menguante, con sueldos cada vez más bajos, sostenga a una cantidad creciente de jubilados que devengaron el derecho a cobrar prestaciones muy superiores a las que podrán pagarse de aquí a nada. La conciliación de la vida familiar y la laboral no pasa de ser una entelequia, un fracaso estrepitoso de cuya mano vienen los jinetes del apocalipsis demográfico: baja natalidad y envejecimiento.

La creciente presión migratoria constituye un desafío sin precedentes para toda Europa y especialmente para los países fronterizos, como el nuestro, responsables de velar por la integridad del espacio Schengen. La propia Unión Europea se resquebraja, se desdibuja, pierde las señas de identidad que le dieron razón de ser, sometida a retos de los que en España apenas se habla porque nadie tiene nada que ofrecer. La crisis de los refugiados ha demostrado la vulnerabilidad e inoperancia de la carísima maquinaria burocrática que sostenemos con nuestro esfuerzo fiscal, no solo a escala nacional, sino también internacional. Una ingente suma de dinero público tirada al sumidero para que vivan como príncipes montones de especialistas en hablar para decir nada.

El terrorismo islamista tiende sus redes en nuestras ciudades, recluta a nuestros jóvenes, asesina en nuestros aeropuertos y trenes con frecuencia alarmante. El sistema educativo es un agujero negro que expulsa a los jóvenes de un mercado laboral cada vez más globalizado; un campo de batalla político del que hace tiempo fueron desterrados la lógica y el entendimiento. Y suma y sigue.

El listado de problemas en busca de solución daría para escribir un tratado de los de antes; de esa época en la que intelectuales y gestores de la cosa pública dedicaban más tiempo a pensar que a participar en tertulias, estar en las redes sociales, producir consignas de fácil digestión, perseguir a periodistas críticos, buscar el modo de rascar un voto o leer el «Marca». Años en los que el combate ideológico se elevaba por encima del más rastrero cálculo de escaños y era capaz de provocar ilusión, pasión, esperanza incluso. No ha llovido tanto desde entonces. Algunos incluso guardamos un recuerdo vivo de esa etapa.

Aún no ha arrancado la campaña electoral que, por decencia, deberían ahorrarnos nuestros líderes patrios, y ya la pereza prevalece sobre cualquier otra emoción. Algunos partidos han defraudado. Otros provocan desconcierto. Uno inspira abiertamente miedo, y su vecino, cierta lástima. Todos, sin excepción, aburrimiento. Únicamente en los sectarios sobrevive el entusiasmo. Pero lo peor es saber que nada de lo que ahora aseguren condicionará su conducta después. Todo será artificio. Se lanzarán dentelladas al cuello los afines condenados a entenderse, en la lucha desesperada por seducir al votante indeciso. Nos espera más de lo mismo. Humo. Tedio.

ABC – 09/05/16 – ISABEL SAN SEBASTIÁN