Amnistía o vía Nanclares

La amnistía que reclaman los miembros del polo soberanista no significaría sólo la impunidad, sino el blanqueo de los crímenes cometidos por ETA contra la democracia. Parecen ir más lejos que la propia banda, que hace un año contemplaba una excarcelación progresiva de sus presos a lo largo de cinco años: «No existe el día de la amnistía».

La declaración presentada en Gernika por Batasuna, Aralar y EA incluyó la exigencia de una amnistía para los terroristas presos. Ayer, en EL CORREO, Maixabel Lasa aseguraba que la amnistía para los etarras «sería inaceptable para las víctimas». Una antigua dirigente de las Brigadas Rojas, Adriana Faranda, se oponía a una amnistía porque esa medida representaba «la cancelación de los delitos». Es decir, supondría afirmar que los delitos no habían existido.

La amnistía que reclaman los miembros del polo soberanista no significaría sólo la impunidad, sino el blanqueo de los crímenes cometidos por ETA contra la democracia. Los firmantes de la declaración de Gernika parecen ir más lejos que la propia banda terrorista que, en un documento elaborado hace un año, contemplaba una excarcelación progresiva de sus presos a lo largo de un periodo de cinco años. «No existe el día de la amnistía», aseguraba la banda.

En la actualidad, el grueso de los presos de ETA parecen estar alineados con la estrategia de los dirigentes de Batasuna. Confían en que si triunfa esa postura y cesa la actividad etarra puedan salir de la cárcel sin tener que significarse de manera individual firmando una declaración de condena del terrorismo y de reconocimiento del daño causado.

Alrededor de un centenar de presos ha ido más lejos. Se encuentran en un proceso de distanciamiento de ETA y del terrorismo que culmina con la firma de escritos individuales renunciando a la violencia, pidiendo perdón a las víctimas, reconociendo el daño causado y comprometiéndose a hacer frente a sus responsabilidades materiales. Los más avanzados en ese proceso son los que están en Nanclares. Uno de ellos, José Luis Álvarez Santacristina, ‘Txelis’, antiguo jefe del ‘aparato político’ de ETA, acaba de recibir permiso para salir a realizar cursos fuera de la prisión. La decisión apenas ha generado rechazos, posiblemente porque todo el mundo es consciente de que ‘Txelis’, además de llevar cumplida una parte importante de la pena, comenzó a defender el abandono de las armas en 1993. Lo hizo por motivos éticos y religiosos, aunque cuando ha tenido que justificarlo lo ha hecho en términos políticos.

La actitud crítica de los presos de Nanclares no ha gustado nada a la banda terrorista que, en sus últimas declaraciones públicas, las del 26 de septiembre, descalificaba a estos reclusos. En el mismo documento de hace un año mencionado antes, ETA afirmaba que se opondría a que fueran excarcelados los reclusos que están fuera del Colectivo de Presos antes que los del Colectivo. Es decir, que los de Nanclares serían los últimos en salir, por detrás de todos los que se mantienen bajo la disciplina de la banda.

Un documento de trabajo de la Fundación Fernando Buesa fija lo que considera una ‘línea roja’ ante el final de ETA: la exigencia a los terroristas del reconocimiento de la ilegitimidad de la violencia, el reconocimiento y reparación del daño causado y la asunción de la legitimidad del Estado de Derecho. En esta situación, el mensaje del Gobierno y de la sociedad ante los presos que todavía hoy quieren escurrir el bulto de sus responsabilidades debe ser convencerles de que a lo máximo que podrán aspirar es a la vía de Nanclares.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 26/10/2010