Aniversario

Estamos en momentos de encrucijada. Los Arnaldos tienen razones para temerse que una ofensiva terrorista puede acabar arrastrándoles a ellos con lo que queda de ETA. Para el mismo partido-guía ha perdido gancho el argumento de que la vía policial es inútil, por lo que es preciso negociar. Jamás ha habido una dicotomía tan falaz como la que oponía vía política a vía policial.

Hace hoy un año se celebraron en el País Vasco las elecciones autonómicas que llevaron al PNV a la oposición. Ayer, como de vísperas, la colaboración entre la Guardia Civil y la Policía francesa localizó y detuvo en la Baja Normandía al jefe del aparato militar y máximo responsable de ETA, Ibon Gogeaskoetxea, en compañía de otros dos miembros cualificados de la banda, el primero de los cuales es Beniat Aginagalde, autor de los asesinatos del empresario Inaxio Uria y del ex concejal del PSE en Mondragón Isaías Carrasco. El segundo aún no había sido identificado anoche.

«Ser jefe de ETA se ha convertido en una profesión de riesgo», dijo ayer el ministro del Interior en una pedagógica comparecencia durante la que calificó los dos meses transcurridos de 2010 como los peores para ETA en toda su historia, en referencia a las 32 detenciones practicadas, los explosivos y las armas incautados y las dos bases logísticas descubiertas, una en Cataluña y otra en Portugal.

Quedan ya muy lejos los tiempos en que los máximos dirigentes de la banda permanecían años al frente de la misma. Etxabe, Txomin Iturbe, ‘Pakito’. Ahora, como pasa con los electrodomésticos, vienen con la obsolescencia programada: es la quinta vez que es detenido un número uno en los últimos dos años. Ni los números enteros son lo que eran. Otro factor notable es el alto índice de esclarecimiento policial de los atentados y la detención cierta de sus autores. «Me consuela que van a coger a esos cabrones», dijo la hija de Carrasco en 2008, y así ha sido.

La detención del último jefe militar viene a poner en su sitio el debate que durante los últimos meses ha escenificado la izquierda abertzale en torno a sus aspiraciones más prudentes: que no interfiera con la violencia en un proceso para la solución dialogada, etcétera. Decía Rubalcaba ayer que «ahora son los de las pistolas los que mandan» y tiene razón, obviamente: así ha sido durante los últimos 50 años. No les suena mal la música, pero ellos deciden sobre su última razón de ser, la comisión de atentados.

El hecho de que ETA esté atravesando por malos momentos es, lógicamente, el resultado de una política antiterrorista coherente y que cuenta entre sus fundamentos con una ejemplar colaboración policial. Se muevan por donde se muevan, siempre van a tener un policía, explicó el ministro: un policía francés, portugués, ertzaina, mosso d’Esquadra o guardia civil, y la experiencia de los dos meses últimos es suficientemente elocuente.

Estamos en momentos de encrucijada. Los Arnaldos tienen razones para temerse que una ofensiva terrorista puede acabar arrastrándoles a ellos con lo que queda de ETA. Para el mismo partido-guía ha perdido gancho el argumento de que la vía policial es inútil, por lo que es preciso negociar. Jamás ha habido una dicotomía tan falaz como la que oponía vía política a vía policial. El cambio político que empezó a gestarse hace un año ha fructificado en esa colaboración de la Ertzaintza con los Cuerpos de Seguridad del Estado. Eso es política, como lo es haber recuperado las calles para la ciudadanía y la convivencia en este año. No será este ministro del Interior quien añore el proceso de negociación con ETA.

Santiago González, EL MUNDO, 1/3/2010