Ante la muerte de ETA

Ferrer Molina, EL MUNDO, 10/7/12

HAY quien parece empeñado en convencernos de que ETA está muerta. Me sumaría con agrado al entierro, cogería entusiasmado la primera palada de tierra si no fuera porque encuentro alguna contradicción, no menor, en el diagnóstico. Por ejemplo, los muertos no hablan. Y ETA lo hace por los codos. Ayer mismo desparramó otro de sus comunicados. El momento elegido para hacerlo, entre la fecha de la liberación de Ortega Lara y la de los tiros en la nuca a Miguel Ángel Blanco, o sea, coincidiendo con el décimo quinto aniversario del espíritu de Ermua, recuerda la práctica escatológica de algunos delincuentes que tras desvalijar la casa de la víctima se ciscan sobre cualquier mueble.

Los muertos tampoco se pasean con pistolas en la buchaca, y así es como han sido detenidos algunos de los últimos etarras. Una veintena desde el anuncio del cese de la violencia (añádase: del que no se han dado por enterados algunos mocetones en el Riau Riau). He ahí otro dato que contradice la defunción de ETA.

Los partidarios de la volatilización de la banda aducen que ésta carece de capacidad operativa. Para ellos, ETA vendría a ser como el calzón de Nadal. Igual que conocemos su existencia por un tic, cuando el mallorquín se lo extrae de entre las cachas, sólo sabemos de ETA cuando mecanografía unas cuartillas para Gara. Entienden que ni uno ni otra dan para más. Que su incidencia en el desarrollo del partido es nulo. Cero.

«Para algunos, ETA sería como el calzón de Nadal: se sabe de su existencia por un tic»

Pero surge otro absurdo de inmediato. Si ETA no existe no debe haber qué negociar. Más aún: ni siquiera habría con quién negociar. Sin embargo, es frecuente que entre los negadores de la existencia de la banda se alcen voces que insisten en la necesidad de alcanzar acuerdos, como el de dar beneficios a sus presos. Y acabamos comprobando cómo quienes se escandalizan por que Zapatero debata con el obispo Cañizares sobre el papel del humanismo, alientan a los representantes de los ciudadanos para que se entrevisten con terroristas fantasmas en busca de la paz. Piensan que las sacristías son más peligrosas que los zulos repletos de amonal.

Tal vez ETA esté muerta y muchos no nos hayamos dado cuenta. Pero tampoco descarto que miles de zombis vivan, confundidos, entre nosotros.

Ferrer Molina, EL MUNDO, 10/7/12