ABC-PEDRO GARCÍA CUARTANGO

El hombre nunca ha sido tan pequeño

DECÍA Heidegger que quien piensa a lo grande se equivoca a lo grande. Él es el mejor ejemplo de ese aserto porque el filósofo alemán cometió la trágica equivocación de dejarse seducir por el nazismo hasta el punto de asistir a una quema de libros cuando era rector en Friburgo. El error de Heidegger fue desconectar su indagación sobre el ser de lo que estaba sucediendo en aquellos momentos en Alemania. Ello le llevó a elaborar una serie de abstracciones que adquirían un carácter patético cuando millones de judíos eran ejecutados en los campos de exterminio.

La refutación de las ideas de Heidegger no es metafísica sino ética. Y ello porque la doctrina de un pensador no puede desconectarse de sus actos, de su forma de vivir y de sus compañías. Creer que ese ser arrojado al mundo podía realizarse en la doctrina nacionalsocialista no era una ingenuidad, era una maldad.

Nietzsche, por el contrario, fue profundamente coherente entre su biografía y su obra. Sus años finales de locura no son sino la expresión de un afán de llevar hasta las últimas consecuencias su filosofía. Su gran hallazgo fue cuestionar los ideales absolutos para poner frente a ellos la voluntad de poder, entendida como reafirmación de la vida. El autor de La genealogía de la moral invitaba a desconfiar de los maestros y los profetas y apelaba a una búsqueda individual de la verdad. Pero Heidegger, al exaltar un concepto tan abstracto como el ser, incurría paradójicamente en una profunda deshumanización de su pensamiento.

El mundo se ha vuelto heideggeriano en el sentido de que las ideologías populistas y los avances tecnológicos han cosificado la naturaleza humana y la han elevado a la categoría de una mera abstracción. Nunca como ahora el fin ha justificado los medios.

A falta de esencia, el hombre es hoy una acumulación de datos estadísticos, un perfil en las redes sociales, un objeto que se puede manipular por las modernas técnicas del marketing y la propaganda. La economía se basa en el conocimiento de las motivaciones del consumo, mientras que la política se orienta a hallar los mensajes adecuados para conseguir el voto. Lo diré con otras palabras: el algoritmo ha desplazado a las ideas, la psicología ha matado a la filosofía y la sociología ha estereotipado la diversidad. En cierta forma, el mundo se ha vuelto cuantitativo porque lo que prima son las leyes de los grandes números.

Nietzsche pregonaba la muerte de Dios, pero lo que ha muerto es el hombre con esa dolorosa individualidad que produce la conciencia de ser distinto. La peor pesadilla del espíritu humano se ha materializado: todos ya somos iguales, cortados por el patrón de lo políticamente correcto y súbditos de la república digital. La consecuencia de pensar a lo grande es que el hombre nunca ha sido tan pequeño. Por eso, debemos aprender a pensar a lo pequeño para volver a ser grandes. Desconfiad de esos nuevos salvadores fáusticos que venden la felicidad como un crecepelo.