«Arderéis como en el 36»

ABC 14/09/16
ANTONIO BURGOS

· Suscribirán la tesis al uso: se trata de un demente. Oiga, ¿y por qué los dementes no les meten fuego a las mezquitas?

Si al modo de Los 40 Principales hubiera una lista de los lemas más pintados en las iglesias y edificios religiosos por la gentuza a la que cada vez España y especialmente su judicatura le da más alas, el que acabo de poner en el título seguramente estaba en primer lugar de ese lamentable «hit parade». Seguido, naturalmente, de otro con gran éxito: «La tortura no es cultura». Lema que aplican no al secuestro de Ortega Lara por los colegas de quienes ahora ocupan cargos públicos y cobran de nuestros impuestos en instituciones de las Vascongadas, sino a la Fiesta Nacional. Seguramente, más por nacional que por fiesta. Con lo de «Arderéis como en el 36», aparte de los bajos instintos y el sentimiento antirreligioso fomentado desde la izquierda y los púlpitos televisivos de La Cuatro y La Sexta, demuestra esta gentuza un total desconocimiento de la Historia de España, y precisamente sobre los tristes años que les son más gratos y que presentan como idílica la II República, cuya bandera tremola en toda manifestación que se precie el Tonto que ejerce de Alférez de la Tricolor. (Que por cierto no es la «bandera republicana», sino la de la II República. La I República mantuvo la rojigualda, sólo que poniendo corona mural al escudo de España.)

Se les van las mejores: «Arderéis como en el 36», no. Arderéis como mucho antes hay que decir, carnes mías: «Arderéis como en mayo de 1931», cuando apenas a un mes de proclamada la II República se produjo «la quema de conventos», que inspiró el histórico «no es esto, no es esto» de Ortega. O mejor todavía, y se lo pediría mucho más el cuerpo a esta gente, «arderéis como en la Revolución de Asturias», que fue el primer golpe de Estado contra la II República, con Largo Caballero en el papel de Mola y Queipo de Llano en un solo personaje.

Pasando de las musas de las pintadas al teatro de la triste realidad de esta España sin Gobierno, sin norte y cada vez con más cobardía colectiva ante los dogmas inquisitoriales de lo políticamente correcto, se están sucediendo con demasiada y lamentable frecuencia los intentos de meter fuego a algún edificio sagrado o de profanarlo con las tetas fuera. Ustedes habrán visto recientemente fotos de una capilla destruida por las llamas, que no quiero ni recordar, de triste. Y antier tarde intentaron meterle fuego a la Basílica del Gran Poder. Quizá recordando quien tal hizo lo que ocurrió en 1936 con todas las iglesias que jalonan el Camino Real por donde entró Carlos V para su boda con Isabel de Portugal en el Alcázar. Todas, de San Gil a San Juan de la Palma, ardieron en el mentado año de la pintada. Y si se salvó de las llamas la Esperanza de la Macarena fue porque la limpiadora de San Gil se la llevó a su alcoba en un corral de vecinos y la acostó en su cama, como la Divina Muchacha de 18 Años que es, hasta que la metieron en un cajón y la escondieron en la calle Orfila.

Sé que muchos me acusarán de hacer demagogia con el intento de meterle fuego al Gran Poder. Son los que suscribirán la tesis al uso: se trata de un demente. Oiga, ¿no son ya demasiados dementes? ¿Y por qué los dementes no les meten fuego a las mezquitas? Qué puntería tienen los joìos dementes, hijo, que siempre le meten fuego a algo de los cristianos, nunca de los moros. ¿No hay co…ranes de hacerlo? A los llamados dementes les han inflamado las mentes para que acerquen el mechero a la vieja gasolina de la rancia España anticlerical, donde los obispos y los curas asesinados no cuentan en la Memoria Histórica. Van en la primera etapa neutralizada de la Vuelta a España… de la guerra civil. Sigamos con los dementes, que ya veremos. Y sigamos diciendo en los comunicados mitrados que estos hechos son «tristes sucesos acaecidos». No mentemos nada por su nombre, que es facha. Pues a Ti, mi Señor Salvador de San Lorenzo, sí Te miento por el Tuyo, con los versos de Rodríguez Buzón: «Si alguien te alza la mano/o te ofende, Gran Poder,/te juro, Dios soberano,/que ese no pudo nacer/bajo cielo sevillano».