Astrofísicas

ABC – 10/05/15 – JON JUARISTI

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· Más que a una imagen de fuerzas arcaicas o emergentes, la política se asemeja a un campo de fuerzas

Calificarde emergentes a las fuerzas ajenas al duopolio PP/PSOE no sólo resulta inexacto (salvo Podemos, todas tienen ya, por lo menos, una legislatura de rodaje, lo que en la jerigonza universitaria equivaldría a un sexenio vivo, o a un tramillo docente, o sea, a una experiencia oficialmente reconocida y homologada). Dicha adjetivación demuestra además la sumisión del periodismo a la lengua de madera de la economía global. Pero Ciudadanos, por ejemplo, nació hace diez años y lo presentamos en Madrid, hoy hace exactamente nueve, tres de sus promotores catalanes (Arcadi Espada, Albert Boadella y Françesc de Carreras) y tres amigos (Rosa Díez, Fernando Savater y quien esto escribe). Aralar, Bildu, etcétera, son la pelagra abertzale de siempre con otros collares de púas. En cuanto a UPyD (pronúnciese «upid», «úpid» o «upeidé», según los gustos) apareció en público por vez primera el día de san Miguel de 2007. Así que, de emergentes, nada de nada. Según las encuestas, lejos de emerger más de lo que ya lo ha hecho, UPyD estaría ahora sumergiéndose catastróficamente, como un submarino nuclear soviético en vísperas de la perestroika.

La imagen que sugiere la política parlamentaria –la que me sugiere, debería decir– no es la de submarinos que emergen o se hunden en medio de una batalla naval, sino la de una versión reducida del universo copernicano, parecida a la que Ernesto Giménez Caballero utilizó en la GacetaLiteraria para representar los grupúsculos y revistas de la vanguardia española. Tal representación en clave de planetario tendría la ventaja de hacer visibles las opacas relaciones gravitacionales que fijan determinados partidos a la órbita de otros más grandes, como los satélites a los planetas o estos a las estrellas. Relaciones que no siempre parecen lógicas y que, por supuesto, pueden cambiar.

Tanto Ciudadanos como UPyD, cuerpos celestes de dimensiones y composición similar, han estado girando desde su aparición en torno al planeta PP, y ello con independencia de la voluntad de sus respectivos arcontes o inteligencias angélicas. En torno al mismo planeta, sí, pero en dos órbitas distintas (catalana y madrileña). Los vinculaba fatalmente al PP su posición respecto a los nacionalismos secesionistas, aunque evitaba su coalescencia con aquella cultura progresista que ambos comparten con el PSOE. En el universo británico, los liberales, que carecen de un nexo cultural análogo con los laboristas, han sido devorados (si no ellos, su electorado) por el planeta conservador al que tan imprudentemente se acercaron.

Ese podría ser también el destino del partido de Rosa Díez (quizá no el de fundirse con el PP, pero sí el de permanecer prisionero en su órbita como un insignificante asteroide). Posiblemente, un acercamiento de UPyD a Ciudadanos habría terminado por amalgamarlos. En la operación ambos habrían perdido pocas o muchas de sus señas originarias, y alguno incluso sus siglas. Pero el resultado no habría sido malo para los de UPyD. Hoy por hoy, Ciudadanos tiene posibilidades de convertirse en un planeta independiente. Por el contrario, la independencia de la que blasonan los seguidores de Rosa Díez parece un tanto ilusoria desde un punto de vista, digamos, newtoniano: un subproducto fantasmal de la ideología progresista.

En cuanto a los grandes partidos de la izquierda socialdemócrata, en la mayor parte de Europa se deslizan hacia la condición de enanas rojas, ni emergentes ni sumergibles: simplemente implosivas. De sus conflagraciones íntimas seguirán desprendiéndose durante algún tiempo meteoritos cabreados que se irán perdiendo en el vacío interestelar como lágrimas en la lluvia.