Autoestima F.C.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 24/05/16

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· El sevillismo fue la representación ocasional de millones de ciudadanos hastiados del vituperio secesionista.

Si existen en el deporte las victorias morales, que eran el consuelo nacional cuando los españoles estábamos acostumbrados a palmar, el Sevilla FC perdió el domingo la Copa del Rey, pero ganó la Copa de España. No el equipo, sino su afición, y no por su ánimo indesmayable a los jugadores, sino por haber sabido encarnar los sentimientos de una nación ultrajada.

El sevillismo desplazado a Madrid se erigió en la representación de millones de ciudadanos hastiados del vituperio secesionista, del tradicional agravio a los símbolos constitucionales con que el independentismo catalán ha convertido las finales coperas en una multitudinaria manifestación de xenofobia. Al menos por esta vez miles de andaluces replicaron el abucheo al himno con una orgullosa demostración de pertenencia. Y el partido comenzó con un empate en dignidad que evitó o al menos minimizó la habitual humillación preliminar del Estado que organiza la competición y del Rey que le da patrocinio y nombre.

Salvo los aficionados culés, por razones obvias, y los seguidores del Betis, a los que la humanísima pasión tribal del fútbol nubla cualquier empatía por el rival sempiterno, una amplia mayoría de españoles se sintió ocasionalmente representada en el viejo Manzanares por esa hinchada que enarboló sus banderas y levantó sus voces en defensa de la convivencia nacional. Gente que sólo quería, como en la antigua canción de Jarcha, tener la fiesta en paz y disfrutar del fútbol sin interferencias políticas, pero que se vio impelida a expresar su propio estado de ánimo ante una gratuita hostilidad contra la representación de su identidad colectiva. Gente alegre y respetuosa pero harta de que no se respeten su autoestima y su deseo de concordia.

Este fastidioso asunto de las finales de Copa se ha enquistado por una poquedad institucional que genera ya un malestar evidente. No está escrito en ninguna parte que las autoridades del Estado tengan que aguantar los desplantes de una minoría irrespetuosa crecida ante ese retraimiento pusilánime. Los símbolos tienen la importancia que se les quiera dar, pero hay mucho hartazgo ante esta impune afrenta anual convertida en un rito de arrogancia gamberra.

El Barça, cuya excelencia deportiva merecería una admiración general, ha suscitado fuera de Cataluña una corriente de antipatía sociológica; su derrota el domingo habría sido celebrada por muchos como un acto de justicia poética. El doble rasero de participar en competiciones del país al que se insulta exige límites y contrapartidas. Sanciones ejemplares en el ámbito deportivo, donde es norma el castigo a los clubes por la conducta incívica de sus aficiones. El victimismo soberanista no va a mermar porque el Estado se achique, y en cambio ese encogimiento destruye la confianza en sus instituciones de todos esos españoles que, mal que bien, están razonablemente conformes con seguirlo siendo.

IGNACIO CAMACHO – ABC – 24/05/16