Bolinaga, o la ignominia

ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC 03/04/14

· Bolinaga no está preso porque un gobierno quiso que saliera y otro carece del coraje o la convicción necesarios para poner fin a esta infamia.

Josu Uribetxeberría Bolinaga, ese etarra menudo de barba cana y ojos de escualo, que frecuenta los bares de su pueblo tocado con una boina, exhibiendo su desvergüenza, es la viva imagen de la ignominia. La suya y sobre todo la nuestra; la del Estado que consiente semejante afrenta a la decencia.

Josu Uribetxeberría Bolinaga encarna todas las cualidades de la víbora adoptada como símbolo por la banda criminal a la que ha servido toda su vida en calidad de esbirro a sueldo: es escurridizo, repugnante a la vista y sobre todo al corazón, venenoso. No es que destile odio, es que su naturaleza misma es odio traducido en una mezcla de crueldad y cálculo que le ha llevado a matar, torturar y alardear de sus crímenes con esa sangre de reptil que corre por sus venas podridas, sin mostrar la sombra de un remordimiento.

Josu Uribetxeberría Bolinaga está condenado a cientos de años de prisión por los asesinatos de tres guardias civiles, Mario Leal, Antonio López y Pedro Galmares, servidores ejemplares de España, así como por el secuestro y tortura de José Antonio Ortega Lara, cuya dignidad nunca logró quebrar ETA. Ahora hemos sabido, gracias a la impagable labor que lleva a cabo la asociación de víctimas del País Vasco, Covite, que fue señalado también como autor del asesinato del cabo Antonio Ramos, perpetrado en 1986 y hasta ahora impune, debido a un «error» de Garzón, quien «olvidó» procesarle por ese delito.

Josu Uribetxeberría Bolinaga está libre. Hace años, cuando purgaba pena en la cárcel de la que nunca habría debido salir, su retrato colgaba de las farolas de la avenida central de Mondragón, gobernada a la sazón por sus colegas de Batasuna. Ahora es él quien transita por las calles de esa localidad, que tras un breve paréntesis de decoro ha vuelto a manos de los bilduetarras, merced a la negociación entablada por el Ejecutivo de Zapatero con la ralea terrorista a la que pertenece el sujeto en cuestión.

Josu Uribetxeberría Bolinaga figura, con su primer apellido, en las actas incautadas al etarra Francisco Javier López Peña, alias «Thierry», que recogen las conversaciones mantenidas entonces entre los negociadores gubernamentales (uno de ellos el vocal del CGPJ Gómez Benítez) y los sicarios del hacha y la serpiente. El apartado referido a él reza textualmente: «El Gobierno ofrece salidas a enfermos graves, incluso uno de Ortega Lara. Uribetxeberría». Dice «ofrece», no «exigimos», lo cual añade un punto más de abyección a un cambalache ya de por sí nauseabundo a fuer de cobarde, embustero y traidor.

Josu Uribetxeberría Bolinaga salió hace año y medio de prisión en estado presuntamente terminal, aunque basta ver su aspecto para constatar que esa mentira diagnóstica fue una falsificación más de las muchas que jalonan ese «proceso de paz» cimentado en la claudicación. Cada día que pasa en libertad constituye un agravio para sus víctimas, un ultraje a la justicia, una ofensa al honor de esta nación escarnecida por cuarenta años de violencia etarra y un insulto a la inteligencia. Por eso no basta con que la Fiscalía pida informes sobre su salud. Lo único aceptable sería ordenar su inmediata detención.

Josu Uribetxeberría Bolinaga no está preso, que es como debiera estar, porque un gobierno quiso que saliera y otro carece del coraje o la convicción necesarios para poner fin a esta infamia. Y encima ni siquiera han cobrado la deuda impagable de oprobio contraída en nombre de la sociedad española. ETA no ha entregado las armas.

ISABEL SAN SEBASTIÁN, ABC 03/04/14