JON JUARISTI-ABC

PROVERBIOS MORALES Este es el tinglado de la antigua farsa…

EL presidente del PNV, Andoni Ortúzar, se ha quedado con las ganas de preguntar a ETA para qué han servido sesenta años de terrorismo. Como parece que ETA se ha esfumado, se lo intentaré explicar yo mismo en el dialecto nacionalista vasco, a ver si me entiende.

La larga lucha de ETA ha servido para impedir que Euskadi se transforme en Burgos. ETA nació para eso. Para evitar la metamorfosis de los vascos en maquetos. Para que los vascos no se levantaran un día, como el Gregorio Samsa de Kafka, convertidos en insectos, o sea, en españoles normales y sin privilegios.

ETA nació en los años sesenta del siglo pasado para devolver el régimen franquista a los buenos años de la posguerra, cuando toda España lo pasaba mal, pero las regiones industriales mucho menos mal que las agrarias, porque el ahorro español se invertía en ellas, en las provincias derrotadas, a las que afluían en masa inmigrantes de las provincias vencedoras, con la misión secreta –según todos los indicios– de imponer en ellas el castellano de Burgos y destruir así las identidades vasca y catalana. Cuando el régimen franquista, con sus planes de desarrollo, comenzó a propiciar la diversificación territorial de las inversiones, los nacionalistas vascos dieron la voz de alarma sobre la inminente extinción del pueblo vasco por una combinación franquista de genocidio lingüístico y estrangulamiento económico. Para evitar que Euskadi se convirtiera en Burgos había que matar militares, guardias civiles, policías, políticos franquistas, maestros nacionales e inmigrantes reacios a aplaudir esas muertes. Gracias a los chicarrones del norte que se ocuparon de esa tarea, Euskadi no se convirtió en Burgos durante los últimos quince años del franquismo. Para eso sirvió ETA bajo el franquismo, burukide Ortúzar. No pudo parar el desarrollo de Burgos, pero tampoco dejó que Euskadi se hundiera a su nivel.

Tras la muerte de Franco, la persistencia de ETA en sus prácticas habituales sirvió para asegurar que nunca Euskadi descendería al de las demás comunidades autónomas, excepción hecha de Navarra, parte histórica irrenunciable de lo que Urkullu llama «nación foral», o sea, el pueblo vasco. ETA sirvió para que los partidarios de la igualdad entre los españoles abandonaran el Oasis Foral reconstruido. ETA sirvió para que el nacionalismo vasco se quedara sin oposición en Euskadi y Navarra, por canguelo, aburrimiento o mimetismo, y sobre todo, por la necesidad de asimilarse al canon mínimo de vasquidad exigido por el nacionalismo. Dicho de otro modo, por la obligación de proclamarse partidos «de Euskadi» (de la «nación foral»). ETA sirvió para que el Estado desapareciera de las tierras vascas y se limitase a seguir invirtiendo en estas mucho más de lo que de ellas recibía y recibe.

Y ahora, tras su mutis por el foro, ETA ha servido para que los españoles vuelvan a amar tiernamente a los nacionalistas vascos, salvo algún despistado que sigue acusando a Urkullu de querer destruir España. Qué error, qué inmenso error. Urkullu podría replicarle algo parecido a lo que el Cantinflas de Por mis pistolas contesta a aquel policía de aduanas yanqui que le pregunta si quiere entrar en Estados Unidos para derrocar al gobierno: «No me sea sonso, joven…Si les derrocásemos a ustedes, ¿quién nos iba a dar la lana?». El nacionalismo vasco necesita una España próspera que se deje extorsionar. Por eso le preocupa el independentismo catalán, que amenaza cargarse a la gallina de los huevos de oro.

Para eso ha servido ETA a los nacionalistas vascos en su conjunto, señor Ortúzar. Se lo he explicado en la jerga común de los abertzales, de los de Bildu y de los de Sabin-Etxea. ¿Quiere que se lo traduzca al eusquera?