Calles

EL MUNDO – 11/02/16 – ARCADI ESPADA

· ¿Por qué el franquismo no puso una calle a Federico García Lorca? Porque lo había matado. Es decir, no porque fuera un poeta menor, o en Madrid o en Granada no hubiera calles sin lápida. Sino porque el franquismo fue un régimen nacido de una victoria militar, basado en la extinción o el arrinconamiento de una parte de los ciudadanos. De ahí que uno de sus primeros trabajos fuera borrar todo signo de la existencia política, cultural o sociológica de millones de españoles.

Al margen de algunas iniciativas particulares y locales, el franquismo no promovió la reconciliación de los españoles, a diferencia de lo que hizo en 1956 el Partido Comunista. A veces no se entiende con la suficiente claridad lo que significa reconciliación. No se trata de un abrazo ni de un perdón colectivo, aunque pueda haber ornamentaciones de ese tipo. Se trata de la participación de todos los ciudadanos en el espacio público, en igualdad de condiciones. Hasta su final, el franquismo mantuvo a muchos españoles aparte. No quiso o no supo aliarse con el tiempo para corregir su naturaleza, basada en el ¡ay! de los vencidos.

Fue la democracia la que organizó la política de reconciliación, conscientes tal vez aquellos hombres transitorios de que la democracia es, en esencia, una reconciliación. El hecho de que el franquismo no fuera derrocado la facilitó. Y también lo hizo una certeza púdicamente reservada: y es que había muchos españoles dispuestos a actuar como demócratas que, sin embargo, no se avergonzaban del régimen anterior, del que reconocían al tiempo su deslealtad y su ineluctabilidad. La vergüenza es un asunto clave. Los españoles no se avergonzaron abrumadoramente de Franco como los alemanes de Hitler. No entro ahora en si eso es o no justo. Sólo que es decisivo a la hora de analizar el tratamiento democrático de su memoria y la de su régimen.

Por las mismas razones que el franquismo no premió a Lorca se promueve ahora desde el templo del saber complutense la retirada de honores a Pla, Dalí, Mihura, Pemán o Gerardo Diego. El franquismo no perdió un minuto en averiguar qué mérito habría en describir la luna como «Ajo de agónica plata» y la podredumbre no lo pierde ahora en atender qué radical lección planiana se esconde en la frase: «La persiana es verde».

No han ganado una guerra civil, pero su raíz totalitaria es la misma. Si son demócratas es sólo porque pasaban por aquí.