Confesión pública

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 15/12/14

· Los interrogatorios de la CIA plantean en Estados Unidos la pregunta de su condición de defensor de la democracia.

Los norteamericanos se encuentran en otro periodo de soul-searching (rastreo del alma), comparable al examen de conciencia en las confesiones católicas, sólo que, como buenos luteranos, las realizan en comunidad y en voz alta, aunque el objetivo sea el mismo: obtener el perdón de los pecados cometidos.

Hablo, como supondrán, del informe del Senado de Estados Unidos sobre los «interrogatorios reforzados» de la CIA, que incluían casi ahogamientos, privación de sueño y vejaciones escatológicas a los sospechosos de terrorismo detenidos tras el atentado contra las Torres Gemelas para obtener información sobre futuros golpes. Sin mayores resultados, pues incluso la localización de Bin Laden se logró por medios de inteligencia convencionales. Como consecuencia, dice el informe, tales prácticas han causado más mal que bien, al dañar no sólo los derechos humanos de los detenidos, sino también «la causa de la justicia y la libertad por la que este país tanto ha sacrificado, tanta sangre ha derramado y con tanta pasión ha defendido», según el senador McCain, exprisionero en la guerra de Vietnam y excandidato republicano a la presidencia.

Como les decía, confesiones públicas de este tipo se repiten en los momentos de crisis de la historia norteamericana. Contra lo que puedan indicar algunas películas de Hoollywood y ciertas novelas negras, los Estados Unidos son un país puritano, que necesita la autoflagelación para limpiar la conciencia…, hasta la próxima. El mejor ejemplo es el tema racial, como acaba de verse con las muertes de ciudadanos negros a manos de la Policía y las manifestaciones de duelo y consternación pública que siguen produciéndose. Para –como en el caso de las confesiones católicas– volver a pecar más bien pronto que tarde. Que Obama se haya negado a castigar a los dirigentes de la CIA que ordenaron esos interrogatorios y a quienes los ejecutaron lo confirma.

No hace falta ser un cínico para entender esta actitud. Basta entender el lado oscuro de la naturaleza humana. O, simplemente, plantearse tres preguntas al respecto: ¿cuántos atentados terroristas ha evitado la CIA con tales prácticas, aunque no pueda presumir de ellos para no descubrir sus fuentes?, ¿cómo la hubieran puesto quienes hoy la critican de haber habido otro atentando en este país después del 11-S?, ¿dónde está el límite para interrogar a un sospechoso de estar envuelto en la preparación de una matanza de inocentes?

Sólo tengo respuesta para la tercera de las preguntas: el límite es el que marca la ley, y la ley de los Estados de Derecho dice que la tortura es inadmisible. Para las otras dos sólo puedo apuntar a la complejidad de la democracia, a la obligación de los gobernantes de garantizar la seguridad de su pueblo y a las periódicas confesiones públicas que, de tanto en tanto, se ven obligados a hacer los dirigentes norteamericanos.

Los de otros países, ni eso.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 15/12/14