Contra el totalitarismo nacionalista

ABC 29/11/14
EDITORIAL

· Mientras proclama supuestos derechos y explota su victimismo con la denuncia de agresiones políticas y judiciales, el nacionalismo no deja de cercenar libertades

LAS jornadas del PP en Cataluña, que contarán hoy con la presencia de Mariano Rajoy, se celebran este fin de semana en medio de una nueva oleada de intimidación nacionalista. El Gobierno de la Generalitat se está planteando sancionar a las emisoras de radio –Cope, Ser y Onda Cero– que se negaron a dar publicidad gratuita a los anuncios que convocaban a votar el 9-N. La desfachatez nacionalista no conoce límites, pero se alimenta de la dinámica de impunidad establecida en Cataluña. Los que cumplieron las decisiones del Constitucional se enfrentan a la embestida totalitaria de un nacionalismo cada más sincero y auténtico. Y los que pretenden sancionar a quienes actuaron legalmente son los que vulneraron a conciencia la Constitución. El nacionalismo catalán, mientras proclama supuestos derechos y explota su victimismo, cercena libertades. Está crecido por las habituales dificultades del Estado para imponer su autoridad frente a sus desmanes.

Esta amenaza a los medios de comunicación no es muy distinta de las multas a los que rotulan sus comercio sólo en castellano, ni del intervencionismo cultural que trató de imponer el doblaje de películas al catalán, ni de la impunidad con la que la Generalitat incumple la sentencias del Supremo en materia lingüística. Sigue la senda de las listas negras de periodistas no afines al nacionalismo y del hostigamiento a los políticos que defienden la compatibilidad de identidades española y catalana. Son las manifestaciones totalitarias que todo nacionalismo identitario acaba mostrando, aunque caiga en el ridículo de prohibir los recuerdos turísticos del toro y la flamenca. Es la genética nacionalista, tan conocida y tan irreconducible a las convenciones de la democracia y del Estado de Derecho cuando antepone la mitología a la ley.

Rajoy llega hoy a Cataluña con esta situación. Tiene mucho que hacer en esta comunidad autónoma, y reflexionar sobre las causas de lo que está sucediendo y sobre si es posible plantearse un proceso de negociación con el nacionalismo sin antes realizar una serie de ejercicios de autoridad constitucional con un Gobierno autonómico que persevera en la deslealtad y, con sus gestos, exhibe sin pudor su totalitarismo. Rajoy tiene un discurso claro sobre la prioridad de la Constitución y la imposibilidad de atender las demandas separatistas en Cataluña. Ahora hace falta ponerlo en práctica más allá del protocolo de impugnaciones ante el TC, con una ofensiva política que sería ilusoria si sólo pretende convencer a los nacionalistas de su error. Debe aspirar a más, a conseguir de una vez por todas acabar con la resignación de los no nacionalistas para llegar o lo que realmente hace falta: un cambio de ciclo político en Cataluña.