Crisis y cultura cívica

Aleix Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 29/6/11

La agonía de la zona euro pendiente del problema de la deuda griega se está volviendo interminable y el comisario Olli Rehn ha declarado que los ciudadanos del sur se están cansando de sufrir los efectos de las reformas y los del norte de pagarlas. Esta fatiga se manifiesta en forma de protestas en la calle y de la aparición de movimientos confusos que proponen medidas descabelladas o que practican la violencia contra los políticos.  La Europa de la crisis parece un moscardón que pretende salir de una habitación atravesando una ventana cerrada. Una y otra vez aletea furioso contra el cristal hasta que los sucesivos golpes le agotan y dan con él en el suelo. Las causas y los responsables de esta situación lamentable son bien conocidos. Sociedades acostumbradas a vivir por encima de sus posibilidades y a reclamar derechos olvidando sus obligaciones y gobiernos despilfarradores y frívolos más atentos a sus intereses electorales que a la gestión eficiente del dinero público. Todo ello nos lleva a una conclusión deprimente: nuestra cultura civil ha degenerado hasta el punto de que la moral colectiva no es capaz de afrontar los esfuerzos y los sacrificios necesarios para competir en la economía globalizada y de que las instituciones y las leyes carecen de la fuerza requerida para atajar los abusos y promover los comportamientos y los hábitos acordes con las exigencias de estos tiempos. Si la raíz de nuestras dificultades es cultural, habrá que dar la batalla en el campo de las ideas y de los ideales, si los fallos se encuentran en nuestra arquitectura institucional y normativa, habrá que reconstruirla. Imaginemos que las escuelas enseñan valores e inculcan costumbres tendentes a formar hombres y mujeres honrados, abnegados, austeros y laboriosos, que los medios de comunicación audiovisuales proponen modelos de vida ejemplares por sus virtudes y resaltan los males derivados de la pereza, la corrupción, el egoísmo o los excesos, que en el discurso de los creadores de opinión abundan las llamadas a la autoexigencia, al reconocimiento del mérito, al respeto a los compromisos y al altruismo y que los transgresores del ordenamiento vigente o los que exhiben modos de existencia obscenos, derrochadores o inciviles son objeto del rechazo ostensible de sus conciudadanos y de la prensa. Imaginemos también que la Constitución y su derecho derivado castigan severamente a los gestores que manejan imprudentemente los recursos que les han sido confiados, que las administraciones tienen prohibido por ley superar determinados techos de gasto, que los salarios se ligan a la productividad y al beneficio empresarial, que los jueces son nombrados de tal manera que su independencia queda protegida, que los representantes y los representados están ligados por un vínculo real, que los partidos políticos son verdaderamente democráticos y que los mecanismos de selección de líderes hacen máxima la probabilidad de que los mejores lleguen arriba y mínima la de que lo hagan los peores. Imaginemos, en definitiva, una convivencia organizada sobre una igualdad de oportunidades conseguida a partir de una libertad de opciones y un clima social en el que la venalidad, la incompetencia, la codicia y la mentira sean severamente sancionadas hasta hacerlas poco atractivas. Como en la célebre canción, imaginemos sin descanso y luchemos sin desmayo para que estas estimulantes construcciones mentales vayan impregnando las conciencias y dibujando un nuevo marco que sustituya al actual deterioro.

Aleix Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 29/6/11