Cuneros

En las municipales y en las autonómicas el electorado valora más el arraigo del candidato. No es la misma situación colocar al frente de una lista a alguien que, aunque venga del Gobierno, ha hecho su carrera política en la comunidad a la que quiere representar, como fue el caso de José Montilla, que a alguien completamente ajeno. Ni es lo mismo buscar un fichaje para reforzar una lista que utilizar las listas para que el presidente se desembarace de algunos colaboradores.

No hay en el seno del PSOE una organización territorial con más conflictos internos que el Partido Socialista de Madrid. Es casi una tradición con décadas de antigüedad. Se ha dado una gran fragmentación en el seno del socialismo madrileño, con múltiples familias, que provocaban situaciones de inestabilidad y obligaban a complicados pactos internos que no siempre han acabado bien.

Si el conflicto interno forma parte de las peculiaridades del PSM, la singularidad de la última polémica que agita a ese partido es que ha sido provocada desde la ejecutiva federal al cuestionar la idoneidad de Tomás Gómez para competir con Esperanza Aguirre por la presidencia de la Comunidad.

La dirección del PSOE, o al menos una parte significativa de ella, parece tener dudas sobre las posibilidades de victoria de Gómez y preferiría proponer otro candidato en su lugar. El líder madrileño, sin embargo, no se resigna a ser postergado. Tiene en su haber los éxitos cosechados en las elecciones locales en Parla, donde fue alcalde, y no se le puede achacar ninguna derrota en las autonómicas, en las que todavía no ha competido. Y de ese choque de voluntades, la del dirigente territorial y la de los jefes nacionales, surge el último conflicto.

La colocación al frente de las listas locales, provinciales o autonómicas de enviados de la dirección del partido tiene una larga tradición en la historia política española, que, en el siglo XIX, bautizó como cuneros a aquellos que desembarcaban en una circunscripción a la que eran ajenos para encabezar las elecciones. Otras veces se les ha llamado paracaidistas. Los dirigentes locales hacen el trabajo duro del día a día para asegurar el funcionamiento del partido y se encuentran con que la cúpula nacional les impone un candidato ajeno, al menos, al aparato de la formación política y a veces incluso a la comunidad autónoma.

Si el candidato fracasa hay muchas posibilidades de que coja las maletas y se marche a otras ocupaciones, dejando de nuevo a los líderes locales con la tarea adversa de atravesar el desierto de la oposición. Los casos de Adolfo Suárez Illana, por el PP de Castilla-La Mancha, o de Juan Fernando López Aguilar, por el PSOE canario, son ilustrativos de este comportamiento. Sin salir de Madrid, ahí está también el caso de Miguel Sebastián, fracasado candidato a la alcaldía en las últimas elecciones locales.

El desembarco de fichajes ajenos al territorio suele ser menos importante en las elecciones generales, en las que se vota a las siglas del partido y a su candidato a presidente y lo de menos es quién forme la lista en cada distrito. En cambio, en las municipales y en las autonómicas el electorado valora más el arraigo del candidato. No es la misma situación colocar al frente de una lista a alguien que, aunque venga del Gobierno, ha hecho su carrera política en la comunidad a la que quiere representar, como fue el caso de José Montilla, que a alguien completamente ajeno. Ni es lo mismo buscar un fichaje para reforzar una lista que utilizar las listas para que el presidente se desembarace de algunos colaboradores.

Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 28/7/2010