De cartón piedra

IGNACIO CAMACHO, ABC – 24/10/14

· Una institución que considera legítimo votar en urnas de cartón merecería recibir créditos en billetes del Monopoly.

Hay veces en que la realidad no sólo imita al arte, como sugería Wilde, sino que lo exagera hasta una parodia esperpéntica. Cuando los adversarios del nacionalismo vaticinaban que Artur Mas acabaría por convocar un referéndum en cajas de zapatos estaban formulando una hipérbole; lo último que podían pensar era que el delirio secesionista iba a derivar exactamente en eso. En urnas de cartón para recoger votos figurados. Rudimentarias urnas de pega como estuches plegables de embalaje para mudanzas. He ahí el símbolo de una caricatura democrática.

Como aquel entrañable loco imaginado por Serrat que se enamoraba de una maniquí de escaparate, un rígido sucedáneo de mujer, Mas parece haber perdido el sentido de la realidad al encandilarse con su simulacro. Pero su enajenación no tiene nada de conmovedor porque representa una ofensa para la democracia, un régimen por el que mucha gente, también en Cataluña, tuvo que pagar con la vida o con la cárcel. Un gobernante elegido en una auténtica votación reglada y libre está obligado a sentir respeto por el sistema que le ha dado el poder y no puede someterlo al escarnio de una bufonada.

Sin censo, sin junta electoral, sin interventores y sin oposición, la convocatoria del 9 de noviembre es una vulgar mojiganga, una mascarada que la propia Generalitat subraya con una infraestructura de función colegial, como si en el fondo sus responsables (?) fuesen conscientes de estar organizando una farsa. Un grosero trile que ni ellos mismos se creyesen aunque les sirva para complacer a los talibanes del independentismo. Pero si no se lo creen, como cabe esperar de su a pesar de todo presumible equilibrio mental, su pantomima significa un menosprecio a la inteligencia de la gente. Y por desgracia es muy probable que haya unos cuantos cientos de miles de catalanes dispuestos a darle sentido a esa deliberada minusvaloración de su propio caletre.

Ante una comedia tan burda el Gobierno de la nación puede hacer dos cosas: recurrirla o ignorarla. Todo parece indicar que se decantará por la segunda opción porque la prohibición otorgaría seriedad al sainete. Rajoy va a dejar que Mas salga corriendo, libérame-libérame, abrazado a su flamante muñeca de cartón piedra para bailar a solas con ella el vals destemplado de su fantasía separatista. El president contará con fingida dignidad los falsos votos de su plebiscito de opereta y aparentará con ellos una solemne legitimidad de este desafío infantiloide. Quizá sueñe en las vísperas con un improbable interdicto legal que ennoblezca la impostura pero tendrá que llevarla hasta el final y simular algo parecido a la satisfacción de una victoria. Luego volverá a poner la mano para que el odioso Madrid le pague con sus créditos la fiesta del desgobierno; esta desvergonzada comedia merecería que Hacienda le avalase los gastos con billetes del Monopoly.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 24/10/14