SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

Qué buenos tiempos eran aquellos en los que Rosa Mª Mateo se limitaba a presentar Informe semanal en lugar de inspirar sus contenidos. Ha tenido que llegar a administradora única del Ente para que Televisión Española de España, y no la de Merimé, haya transmitido una entrevista con el preso Oriol Junqueras en la cárcel de Lledoners.

También lo eran aquellos en los que Fernando Grande-Marlaska se encargaba de despertar los sumarios que Garzón había acunado en el cajón de las siestas. Yo era por entonces muy dado a la lectura de las sentencias de estos jueces por razones opuestas. Marlaska escribía en mi opinión la mejor prosa judicial de España y Garzón todo lo contrario. Pero a aquel se le cruzó un político mediocre y ambicioso y por vanidad o vaya usted a saber aceptó ser ministro suyo, perdiendo a chorros el prestigio que tenía. «Lo importante son los hechos, no las palabras», dijo cuando salieron a la luz las grabaciones a la fiscal Lola Delgado, actual compañera de Gobierno y a su amigo Garzón. «Marlaska es maricón», dijo ella en aquella bulliciosa compañía y la respuesta del aludido demuestra lo importantes que son las palabras, también cuando se emplean mal. No eran los hechos, ni siquiera el concepto; Marlaska ya había salido del armario para entonces.

Ha vuelto a hacerlo al tratar de responder a la información de Arcadi Espada en EL MUNDO el sábado pasado sobre los privilegios de que gozan los golpistas presos en la cárcel de Lledoners. Marlaska se ha llamado andana con más palabras erróneas: «Es competencia de la Generalitat». Así es, Prisiones fue transferida el día de los Inocentes de 1983. Pero los golpistas fueron puestos bajo la custodia de Torra por iniciativa de Interior a través de Instituciones Penitenciarias, siendo ministro de la cosa Fernando Grande. Lledoners es lo más parecido a la cárcel que se hizo construir Pablo Escobar para sí y los suyos en Envigado, cerca de Medellín. Tampoco los narcos tenían que estar encerrados en sus celdas, no había barrotes. Tenían algunas commodities más: podían recibir putas, pero solo entre semana, porque los domingos les visitaban sus familias.

¿Cómo extrañarse de que la tele de Rosa Mari Luxemburgo dedique un espacio en Informe semanal a emitir una entrevista con el golpista Oriol Junqueras? Sin imagen, solo las palabras y no muchas, con las que el Schrek de Esquerra blanqueaba su papel dirigente, distanciándose implícitamente de Torra, un tipo a cuyo lado cualquier negro parecería un saltador de pértiga noruego.

Hay precedentes. La jefa de informativos de TVE, María Antonia Iglesias, envió a Miguel Ángel Sacaluga con una cámara y un técnico de sonido a la cárcel de Alcalá-Meco el 18 de enero de 1995 para entrevistar al ex director de la Seguridad del Estado Julián Sancristóbal, preso preventivo por el secuestro de Segundo Marey, en los primeros compases del GAL.

Sancristóbal, en vera efigie, se blanqueó y a la vez impartió doctrina en los telediarios del día: «El GAL es una conspiración ideada por Garzón».

La prensa amiga defiende la legítima aspiración de cualquier medio a entrevistar a un tipo como Junqueras. Yo también considero que es una posición razonable siempre que el periodista le haga preguntas difíciles y siempre que el medio no tome postura entre dos bandos del grupo presuntamente delictivo como en este caso.

Ha tenido que llegar la administradora única para que TVE haya perdido el liderazgo de los informativos en las televisiones españolas en el que llevaba 22 meses para convertirse en el Madrid de Lopetegui. La despolitización que reclamaban las damas de negro en sus viernes negros era esto: la tele para resolver litigios entre golpistas, pero ya en plan multicolor.