Tonia Etxarri-El Correo

Todavía quedan días de agosto. De mucha fiesta, como la Aste Nagusia de Bilbao y las celebraciones en tantas localidades españolas. Pero el cronómetro del curso político ya ha echado a andar a ritmo de curso político. La residencia estival del presidente del Gobierno ha estado echando humo. Con prioridad para la interlocución con Cataluña, claro. Por eso, a Pedro Sánchez le ha costado hacer un hueco en su agenda para entrevistarse con el presidente canario, Fernando Clavijo que, al fin y al cabo, ni es de su partido ni va asumir con docilidad el pacto fiscal para Cataluña. Pero la presión ante la crisis migratoria, agravada este año con un 126% más registrado, le empezaba a apretar el cuello de la camisa. Así es que los dos se verán mañana viernes en La Palma. Cabe esperar que se reconduzca la situación, porque después de la parálisis la crisis migratoria lo requiere. Se trata de un problema humanitario, desde luego, y tan urgente que necesita soluciones consensuadas y no leyes impuestas.

Patxi López, en su contraataque a la oposición, ha salido al ruedo para explicar que la inacción del Gobierno es por culpa del PP. Vuelta al comodín. Que no se avino a pactar con el Gobierno y está asumiendo un «discurso xenófobo» con la inmigración. De Junts y su negativa a «seguir sobresaturando Cataluña y tensando la convivencia» no dice ni palabra.

El PP está planteando una reforma más ambiciosa que el mero reparto de menores por las comunidades autónomas. Conscientes de que la negativa de Junts a asumir traslados obligatorios sitúa la política migratoria consensuada en su casillero. Depende de ellos y de la voluntad del Gobierno a la hora de atender propuestas e incorporarlas a un proyecto común.

En momentos de apuro, los gobernantes suelen hablar con los países de origen de donde salen los inmigrantes. Con dinero y promesas. No está tan claro que la fórmula funcione con la eficacia necesaria. ¿Cuándo se considera que el problema queda resuelto en el país de origen? «La inmigración es mayor en los países que ya han alcanzado cierto grado de desarrollo y modernización», dice Hein de Haas, codirector del Instituto Internacional de Migración de Oxford.

En cualquier caso, éste es un problema que se está cogiendo con pinzas en nuestro país. Demasiados prejuicios a la hora de contrarrestar argumentos con la libertad que se le presupone a un país como el nuestro. Sostiene Nicolas Pouvreau-Monti, director del Observatorio Inmigración y Demografía de Francia, que la inmigración no debe estar deliberadamente excluida del debate democrático. Esa es la asignatura pendiente en España.

A la vuelta de su gira africana, Sánchez debería explicar su plan. Y el debate debería volver al Congreso, donde aguarda una proposición no de ley presentada por el PP que reclama una declaración de emergencia migratoria, mayor control de fronteras, más dotación presupuestaria para las comunidades autónomas y ayuda de la Unión Europea. Sobra la brocha gorda de García Albiol. Y sobran los insultos. El PSOE necesitará al PP para tener, de una vez, una política clara y regulada sobre la crisis migratoria.