Democracia, simplemente

La pregunta no es si el PP va a ser un lastre para el PSE, sino si el PNV es un lastre para la democracia. Según Arzalluz, los nacionalistas no deberían participar en las elecciones españolas porque no se dan los mínimos democráticos. Volver al antisistema. El problema es que ese lugar ya está ocupado. Es la tragedia del PNV: no quiere legitimar el sistema, pero tampoco quiere ser antisistema.

Ayer tuvimos la ocasión de escuchar los discursos de los dos candidatos a lendakari en el pleno de investidura del Parlamento vasco. Y también pudimos escuchar lo que dijeron algunos de los portavoces de los partidos políticos presentes en el mismo parlamento. Y, como lo expresó el portavoz del PNV, Joseba Egibar, los dos candidatos a lendakari presentaron dos proyectos contrapuestos, dos modelos distintos para la sociedad vasca.

Para entender bien en qué consiste la contraposición no es mal camino recurrir a una afirmación del candidato Ibarretxe, repetida por Joseba Egibar, y que ha sido formulada bastantes veces por los líderes nacionalistas tras las últimas elecciones: lo que está sucediendo en Euskadi con la sustitución de un lendakari nacionalista por otro constitucionalista es una cuestión de Estado, es debido a una política de Estado decidida para sustituir a Ibarretxe, es producto de la maquinaria del Estado para arrebatar al nacionalismo la máxima representación política de la sociedad vasca.

La afirmación pretende ser un reproche en toda regla: el Estado es la encarnación del mal, el Estado es –parece que el PNV es el heredero de Hobbes, pero a medias– el Leviatán, el monstruo sagrado que va a tragarse a los ciudadanos vascos. El Estado es el enemigo, el Estado es aquello contra lo que hay que luchar. Cuando hablan con todo eso en mente olvidan que, según las leyes, el lendakari es el representante ordinario del Estado en la comunidad autónoma de Euskadi, incluido Ibarretxe.

Pero es una afirmación que aclara perfectamente la contraposición entre los dos proyectos. No se trata de una contraposición de proyectos legítimamente distintos dentro de un marco común de convivencia. Y no lo es porque, al construir el cambio de presidente de Euskadi como efecto de una política de Estado, Ibarretxe, Egibar y con ellos el PNV se colocan fuera del Estado. Euskadi no está, según el nacionalismo vasco, dentro del Estado que es España. Y si España es un Estado de derecho, que lo es con todas sus imperfecciones, si el Estado de derecho es democracia, si España como Estado de derecho es un Estado democráticamente legítimo, afirmando lo que afirman Ibarretxe, Egibar y el PNV se colocan fuera del Estado de derecho y fuera de la democracia real existente.

EL ESTADO DE derecho no se defiende porque tenga intereses abstractos. Se defiende porque, haciéndolo, defiende los intereses de los ciudadanos de ese Estado, sus derechos y libertades. Por eso, el marco presentado por el candidato Patxi López tiene su fundamento en la Constitución y el Estatuto, es decir, en los pilares que constituyen el Estado de derecho, el Estado autonómico. Por eso el proyecto defendido por el candidato López es un proyecto que se reclama del espíritu de pacto del Estatuto de Gernika, que lo defiende como marco de convivencia. Por eso el proyecto político presentado y defendido por el candidato se articula en torno al imperio del derecho, al imperio de la ley y de las leyes. Y por eso el proyecto defendido por él como candidato considera a los vascos, primero y antes que todo, ciudadanos con derechos, libertades y obligaciones.

El proyecto defendido por Ibarretxe se coloca fuera de todos esos parámetros. En tierra de nadie. Al afirmar que la candidatura de Patxi López implica un proyecto de destrucción de la identidad nacional vasca, afirma que Patxi López no es vasco, que solo son vascos los que él y su partido consideran como tales: ellos solos –y no siempre, solo cuando se autocelebran en su radicalidad–. El proyecto defendido por Ibarretxe es un proyecto nacionalista que renuncia a un marco de convivencia entre distintos, entre dispares, que renuncia a la necesidad de un marco de convivencia que haga posible la gestión, según las reglas y las normas, aceptadas por todos, del pluralismo y la complejidad vascas.
Patxi López ha presentado su candidatura a lendakari avalado por los votos del PSE, por los votos del PP y por el anuncio de votar a favor de UPD. El PSE y el PP han firmado el acuerdo que avala la investidura. En ese acuerdo, lo sustancial consiste en la defensa del marco constitucional y estatutario de convivencia, en la defensa del valor del derecho y de las leyes –afirma que se respetarán el derecho y las leyes vigentes–, y en la consideración de los vascos ante todo como ciudadanos. ¿Quién no puede firmar esos tres principios? ¿Por qué el PNV no puede firmar esos tres principios? ¿Qué hay que deducir de la incapacidad del PNV para asumir esos tres principios?

LA PREGUNTA a formular no es si el PP va a ser un lastre para el PSE de Patxi López, sino si el PNV es un lastre para la democracia en Euskadi. Quizá la verdad del PNV esté en las afirmaciones de Xabier Arzalluz: los nacionalistas no deberían participar en las elecciones españolas porque no se dan los mínimos democráticos. Hay que volver al antisistema. Contra el Estado. El problema es que ese lugar ya está ocupado. Por los de siempre. Es la tragedia del PNV: no quiere legitimar el sistema, pero tampoco quiere ser antisistema. Le ha llegado la hora de elegir. Y a los ciudadanos vascos, también.

Joseba Arregi, EL PERIÓDICO DE CATALUÑA, 6/5/2009