Denuncias de manual

Ya casi nadie se cree que los malos tratos a detenidos sean una práctica generalizada. Aunque nadie se atreva a descartar casos aislados. Las autoridades francesas son las más interesadas en aclarar si el de Anza es un caso de ajuste de cuentas, de guerra sucia o de casualidades de la naturaleza. Pero la izquierda abertzale ha tirado de manual y su particular sentencia lleva meses escrita.

«Decir que en este país se practica la tortura con los detenidos acusados de terrorismo es tan falso como decir que la Justicia está hecha unos zorros porque algún juez haya podido prevaricar». Así de contundente se explica un magistrado de amplia trayectoria en diligencias sobre asuntos vascos para recomendar prudencia sobre las interpretaciones interesadas que se están realizando en torno al extraño hallazgo del cadáver del etarra Jon Anza. Que, después de haberlo dado por desaparecido durante diez meses, aparece en la morgue del hospital de Toulouse.

Nuestro Estado de Derecho ha avanzado tanto en estos años que ya no hay prácticamente nadie que llegue a creer que los malos tratos a los detenidos sean una práctica generalizada. Pero tampoco hay nadie que se atreva a descartar la existencia de casos aislados. ¿Es el caso de Jon Anza, desaparecido con 300.000 euros de la extorsión el 18 de abril del año pasado y hallado diez meses después en el centro hospitalario? Nadie más interesado que las autoridades francesas para aclarar si se trata de un caso de ajuste de cuentas, de guerra sucia o de casualidades de la naturaleza. Pero, por si acaso, el entorno de la izquierda abertzale ha tirado de manual. Su sentencia particular lleva escrita desde hace meses.

El relato más manido trataba de la historia de un secuestro, muerte y posterior enterramiento de Anza. Una situación de suspense que recordaba demasiado a las secuencias nunca aclaradas que rodearon la desaparición del dirigente de ETA(pm) ‘Pertur’ cuando acudía a una cita con su compañero ‘Apala’ y ‘Pakito’ Múgica hace más de treinta años. La autopsia provisional de Jon Anza, a la espera de los análisis toxicológicos, dictamina que el activista murió por causas naturales.

Pero sus compañeros de fatigas, que organizaron una vistosa campaña durante el verano preguntando ‘¿non dago Jon?’ (‘¿dónde está Jon?’), ya no se salen del guión. Si Anza no aparecía era porque había sido víctima de la guerra sucia. Ése ha sido el lema que ha servido para movilizar en los últimos meses a una izquierda abertzale cada vez más acosada por la Justicia, descolocada por el inmovilismo de la banda terrorista a la que sigue sosteniendo y proscrita del Parlamento vasco por no haber sido capaz de romper con ETA. La izquierda abertzale se preguntaba ‘non dago Jon’… y Jon ha aparecido, muerto, diez meses después. Hay otras muchas preguntas: ¿non dago dirua?, por ejemplo. Porque alguien le robó el dinero que tenía que entregar. ¿Qué dicen los otros activistas con quienes se había citado? Demasiadas preguntas que, de momento, la fiscal francesa se ha visto tan incapaz de responder que ha decidido abandonar.

El comisario encargado del caso, sin embargo, dice que quiere llegar hasta el final. Y eso es lo que hace falta. Porque se necesitan respuestas. El entorno del activista de ETA ya ha señalado a los aparatos del Estado porque sigue su ritual. Ante la duda, denunciar. Pero, precisamente porque hay dudas, la Justicia francesa tiene que despejarlas. Mientras tanto, el ministro del Interior, Alfredo Pérerez Rubalcaba, no está dispuesto a que se infundan sospechas sobre la actuación de la Policía. Y como los manifestantes de la izquierda abertzale calificaron de «asesinato» lo ocurrido con el etarra desaparecido, se querellará contra ellos, entre otros, a través de la Fiscalía General del Estado. Espera recabar apoyos de los partidos. Pero el PNV ha puesto más el acento en las «zonas oscuras» del caso que en su fe en la Justicia francesa. Una actitud que ha molestado al Gobierno español, que no deja pasar oportunidad sin agradecer la colaboración gala en la lucha contra el terrorismo.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 17/3/2010