Derecho a convivir

EL MUNDO 05/01/17
LUIS MARÍA ANSON

UNA VEZ más, Jorge de Esteban ha escrito un artículo que las asesoras de Rajoy deberían dejar en lugar preferente sobre la mesa presidencial. «Todo cambió –afirma el catedrático de Derecho Constitucional– con la política autonómica del presidente Zapatero que concedió absurdamente la posibilidad de romper el equilibrio autonómico con la aprobación de un nuevo Estatuto de Autonomía que nadie, excepto Maragall y sus congéneres, había solicitado para Cataluña». Los errores de Suárez, González y Aznar en la relación con la Comunidad catalana se acumularon durante varias décadas. Zapatero dio el empuje final a tanto despropósito al impulsar el nuevo Estatuto. Los polvos que engendraron los arrogantes lodos actuales se produjeron antes pero el estímulo decisivo fue la ocurrencia zapatética.

«El edificio del Estado autonómico se vino abajo –afirma Jorge de Esteban– porque en una parte importante de España, como es Cataluña, la Constitución dejó de ser vinculante». «El nuevo Estatuto, incluso limado en su paso por las Cortes, seguía siendo claramente inconstitucional y, sobre todo, rompía la solidaridad que establece nuestra Constitución entre los territorios que forman España». No existe el derecho a decidir de una parte sobre el todo. Corresponde al conjunto de los españoles, libres e iguales ante la ley, y entre ellos, claro está, a los catalanes, decidir sobre cualquier asunto que afecte a la unidad de España. Para Jorge de Esteban un referéndum parcial sobre cualquier territorio español, además de anticonstitucional, es inviable y «constituye un desafío al Estado que ninguna democracia del mundo podría tolerar». No resultará fácil resolver el conflicto acumulado durante varias décadas y disparado por la desmesura de Zapatero, pero Rajoy tuvo la ocasión de oro en su legislatura de mayoría absoluta para emprender el camino de la reforma constitucional entonces despejado. Y ahora tan cegado que, tal vez, convenga aplazar la operación hasta que lleguen tiempos mejores.

Jorge de Esteban, que trata a la vieja puta de la política con delicadezas de sabio, ha denunciado a tiempo y reiteradamente la osatura de la clase secesionista catalana. «Es el fin del camino –escribe– de una larga escalada que comenzó, por supuesto, con la redacción del Título VIII de la Constitución… Pero es algo que después se fue incrementando a causa de las reivindicaciones nacionalistas y, sobre todo, por la falta de previsión de los distintos gobiernos de Madrid que dejaron actuar a los separatistas y se desentendieron del tema catalán. Especialmente grave fue la inoperancia de los gobiernos socialistas y populares, con la complicidad del Tribunal Constitucional, al permitir la inmersión lingüística en Cataluña, marginando la lengua castellana, así como dejar que los diferentes grados de la enseñanza y los medios de comunicación fueran monopolizados con tendencias o contenidos nacionalistas».

No será fácil que los monclovitas huroneen desde su miedo suburbial las palabras de Jorge de Esteban ni que la mediocridad que caracteriza a una buena parte de la clase política del PP sea capaz de digerir las enseñanzas expuestas por el catedrático, pero su último artículo, en fin, es un vaso de vino reserva capaz de levantar a un muerto, incluso a Pedro Sánchez. Hay que albriciar el derecho a convivir sobre el derecho a decidir.