Después de Imaz

El ex lehendakari Ardanza se ha situado en las antípodas de la política de Ibarretxe. Luego votarán lo mismo, sin duda. Pero Ibarretxe está recibiendo toques de atención que, por supuesto, él desoye. No sea que un emplazamiento a la política del fomento del acuerdo transversal y de firmeza contra el terrorismo vaya a estropearle los fastos de la polémica consulta.

Sorprendente. La carrera meteórica del lehendakari Ibarretxe por ocupar el protagonismo perdido, desde que Imaz le dejó el campo libre de críticas, parece no tener fin. No hay quien le pare en su empeño por la convocatoria de la consulta popular que, como él conoce perfectamente, no tiene validez jurídica.

Se ha subido tanto a la parra del poder nacionalista, sin que al disciplinado Urkullu se le mueva una ceja por cierto, que el inquilino de Ajuria Enea ya habla en nombre de su partido, el PNV, y en cuestiones tan delicadas como las alianzas postelectorales en el Congreso de los Diputados, todo, absolutamente todo, dependerá, eso dice, de que el nuevo presidente del Gobierno de España, a partir del próximo 9 de marzo, ya sea Zapatero o Rajoy, le sigan la corriente con su reclamación del derecho a decidir; ese eufemismo que empieza en el ejercicio de la soberanía en el ámbito vasco y culmina en la independencia.

Una actitud tan poco colegiada con el partido al que debe su carrera que no tiene precedentes. Ha cambiado tanto la relación de fuerzas en el PNV (¡qué estarán pensando los ex lehendakaris Garaikoetxea y Ardanza del control que intentaba ejercer sobre ellos el EBB cuando lo dirigía Arzalluz!) que el pulso entre el partido y el Gobierno ha dado un giro de 360 grados. Quien tuvo que dar su brazo a torcer, perdiendo la oportunidad de dirigir un partido nacionalista modernizado, dentro de lo que cabe, y algo abierto y flexible, Josu Jon Imaz, se fue porque sabía lo que nos iba a tocar una vez constatada la tozudez del lehendakari y el ascenso de los radicales, ubicados en puestos claves del partido y algunas instituciones.

Pero quizás nunca llegó a imaginar que la propuesta del plan nacionalista que tanto dividió a la opinión pública vasca hace ya seis años, llegara a batir el récord de la confrontación en cuestión de semanas. Imaz ya no dice nada en público. Pero el ex lehendakari Ardanza toma el relevo de la actuación del sentido común para advertir, públicamente, que no se puede hacer política de espaldas a la pluralidad vasca; que, guste o no, ETA marca la agenda y que, constatada esta abominable circunstancia hay que orientar la política a acabar con el terrorismo mediante la acción policial y judicial ajustada al derecho. Lo pudo decir más alto pero no más claro. El ex lehendakari se ha situado en las antípodas de la política de Ibarretxe. Luego votarán lo mismo, sin duda. Pero Ibarretxe está recibiendo toques de atención que, por supuesto, él desoye. No vaya a ser que un emplazamiento a la política del fomento del acuerdo transversal y de firmeza contra el terrorismo vaya a estropearle los fastos de la polémica consulta. El Ayuntamiento de Vitoria, gracias al PP y PSE, es la primera corporación que le pide que retire su propuesta. Pero el lehendakari, ni caso. A su lado, además de los alaveses Gerenabarrena y Agirre, está Egibar enredando en frentes nacionalistas electorales mientras Urkullu toca a rebato. Y por supuesto, su mentor, el ex Arzalluz sacando pecho y llamando a la «bota» de Madrid a que impida la celebración de la consulta, o que detengan a Ibarretxe . Cualquier cosa le sirve para instalarse en la premisa de «cuanto peor, mejor». Un retroceso en toda regla.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 27/10/2007