Editorialista

EL MUNDO 16/10/14
ARCADI ESPADA

UN LUGAR común de la vieja ironía periodística. La frase con que el editorialista se animaba al tiempo de empezar a escribir su pieza: «¡Se van a enterar en el Kremlin!». Como el editorialista escribía para El Eco de Albacete, la frase era un dardo cruel sobre el provincianismo y las pretensiones. He pensado en el editorialista que el martes, y en el Times de Nueva York, se acomodó en su silla, se mesó los cabellos y declaró: «Se van a enterar en Moncloa». He pensado en él con ternura, incluso, porque siempre he creído que algo de esa candidez es necesaria para escribir en los periódicos. Y también con algo de la satisfacción que da ver confirmados los juicios de valor propios: una vez más se demuestra que el Times es un gran diario de provincias.

El editorial se refería, naturalmente, a la cuestión catalana y exhibía la tesis taxista de que hay que votar, como en Escocia, y arreglao. Y si no se puede votar pues que se le suba el sueldo a Cataluña, que para eso ingresa 19 y recibe 9. La indigencia argumental en apoyo del pacto tercerista era manifiesta. Pero lo puramente increíble estaba en este párrafo: «Algo tan complejo y emocional como la identidad nacional no puede reducirse a una cuestión estrictamente jurídica; requiere soluciones políticas. La larga lucha contra los separatistas vascos terminó sólo cuando ambas partes acordaron negociar».

El Times comunicaba a sus lectores que el Gobierno y ETA habían negociado y que la larga guerra (¡the long war!) había terminado gracias a esa negociación. No solo era un error escandaloso, sino que servía maligna y eficazmente a la tesis editorial. Cualquiera se preguntaba: «¿Cómo es posible que se haya negociado el fin de una guerra con los vascos y a los pacíficos y cariñosos catalanes se les niegue la negociación?». Cada día laborable se especula con el daño que causa a la democracia la desinformación vertida por foros y redes sociales, y nadie me oirá subestimarla. ¿Pero cómo puede calcularse el daño que causa que el único diario realmente global (¡y tan local!) del mundo paticipe en un delicado debate político con semejante ignorancia?

La cantidad de errores, cuando no de mala fe directamente subvencionada, que la prensa internacional de mayor prestigio está vertiendo sobre el asunto catalán, adquiere ya un volumen considerable. Sin duda, y en primera instancia de responsabilidad, se trata de un problema periodístico. Pero el Gobierno debería recordar que cualquier problema significativo de los periódicos es inmediatamente un problema político. O sea que espero que Moncloa se acabe enterando.