ABC-IGNACIO CAMACHO

Errejón se cuidará de disputar a Sánchez escaños en riesgo. No serán tres contra tres sino tres contra dos y medio

BROMEABAN ayer los oyentes de Herrera sobre si Más Madrid, el partido-plataforma de Íñigo Errejón, se llamará en su salto a la esfera nacional «Más España». Lucubración tan divertida como estéril porque a esa tropa de sedicente izquierda ilustrada le produce sarpullidos el concepto de patria, aunque sea una palabra sobada hasta el desgaste por la retórica de su mitificada revolución bolivariana. Lo que bien podría llamarse la nueva fuerza es «Más PSOE», ya que de eso se trata: de alzarle a Pedro Sánchez una peana con los votos que pueda arrebatarle a Iglesias como venganza por la purga que desató contra los «moderados» que le llevaban la contraria. Errejón, hijo de un funcionario y antiguo alto cargo socialista, se dispone a construir un satélite con el que orbitar alrededor de la socialdemocracia. El proyecto, si no diseñado por el Gobierno –el presidente blasonaba en julio de que su aparición reduciría en caso de nuevas elecciones el margen de la formación morada–, sí goza al menos de su amparo y confianza; veremos al joven candidato y tal vez a Carmena beneficiarse de una ventajosa protección mediática y ocupar relevantes cuotas de pantalla. La operación «Torero Muerto» para cortarle la coleta al líder podemita está en marcha.

Llámese como se llame, la candidatura en ciernes se cuidará muy mucho de disputarle al sanchismo el terreno y de presentarse en circunscripciones pequeñas donde sus escaños corran riesgo. Lo hará en territorios como Madrid o Valencia, con suficiente número de diputados para «morderle» algunos a Podemos sin perjudicar al PSOE en el reparto de restos. Los sufragios que Más Loquesea puede arrastrar no son los de la habitual clientela socialista sino los de una izquierda radical pero lo bastante pragmática como para saber que en política no conviene inspirar miedo. A diferencia de la derecha, entregada a una pugna cainita por el voto en bruto con la consiguiente dispersión de esfuerzos, en La Moncloa saben mirar los mapas y estudiar el funcionamiento del sistema electoral para sacarle el máximo rédito. No van a competir, pues, tres contra tres sino tres contra dos y medio, un medio que en vez de ir a lo loco medirá escrupulosamente la manera de optimizar su efecto para hacerse hueco, mientras en el bando de enfrente continúan ignorando el principio inexorable de que la ley D’Hondt convierte más en menos.

El objetivo errejonista consiste en achicarle a Iglesias el campo y ensanchar el del presidente proporcionándole un nuevo aliado. Llegado el caso, le será fácil aterrizar en el Gabinete o en el nivel secundario de la Administración del Estado; al fin y al cabo sus características son las de un clásico partido de cuadros. El dirigente purgado consumaría así su revancha personal ocupando el espacio de poder por el que pugna su enemigo-adversario. Si no tiene aún logotipo, un piolet le iría que ni pintado.