El caso del IRA demuestra la vinculación del terrorismo con el crimen organizado

EL MUNDO 05/12/14
EDITORIAL

LA RECIENTE detención de una banda dedicada al blanqueo del dinero del contrabando de tabaco, de la que formaban parte dos veteranos del IRA imputados por «financiación terrorista», ha vuelto a poner de manifiesto la estrecha relación entre el crimen organizado y el terrorismo. Además, ha puesto el foco en uno de los aspectos más complejos del mal denominado proceso de paz: la dificultad de reinsertar a pistoleros que han hecho de la extorsión, los secuestros y el tráfico de armas o de drogas su profesión, una vez desaparecidos los pretextos ideológicos de que se valían para presentar sus fechorías como actos de lucha política. Esta cuestión aparece con toda su crudeza en el caso del IRA auténtico, pero es extrapolable a ETA y a cualquier otra estructura con décadas de actividad delictiva.

Sobre el IRA son abundantes las pruebas que demuestran su vocación mafiosa. De hecho, sin la rentabilidad que genera el crimen organizado sería inexplicable la manutención de un grupo «con estructura unificada y liderazgo único» formado por «varios centenares de disidentes armados» –según reconocieron en julio de 2012– nada menos que 17 años después de los Acuerdos de Viernes Santo. No en balde, hace un mes la prestigiosa revista Forbes Israel señaló al IRA como «una de las organizaciones de lavado de dinero más importantes de Europa», con unos ingresos de 450 millones de dólares al año, un negocio tan sólo superado por las FARC (1.000 millones) y el Estado Islámico (2.000 millones).

En el caso de ETA, la banda está prácticamente desarticulada, pero no hay que olvidar su tradicional relación con el IRA, ni su vieja colaboración con la narcoguerrilla colombiana, ni la existencia de decenas de etarras en busca y captura. Tampoco que la Audiencia Nacional ya investigó una trama en España de lavado de dinero procedente de la cocaína de las FARC.

Dentro de los planes de reinserción de presos, es preciso que el Gobierno extreme la vigilancia sobre cómo se produce la transición a la vida civil en el mundo etarra y, especialmente, de aquéllos que no se arrepienten de nada. El principal riesgo radica en la existencia de miembros de ETA que son delincuentes profesionales y que podrían estar dispuestos a mantener el señuelo de la lucha armada con tal de seguir viviendo como gánsteres. Este problema es evidente en el caso del IRA y no puede descartarse en ETA porque a estas alturas no cabe duda de hasta qué punto es porosa la frontera que separa el terrorismo y de la delincuencia común organizada. La Policía debe mantener la guardia alta para no dar tregua a cualquier actividad criminal de la banda, pese al anuncio de cese definitivo de la violencia hace algo más de tres años.