El ciudadano intocable

EDURNE URIARTE, ABC 29/01/13

· El infantilismo ciudadano supone la exigencia sin límites para con las élites políticas y la tolerancia también sin límites para sí mismo.

Atodo el mundo le parece muy bien la denuncia de la corrupción política. A mí también, por supuesto. Pero, pruebe usted a denunciar igualmente la corrupción ciudadana, la del extendido engaño al fisco, por ejemplo, y atrévase a llamar hipócrita a lo de indignarse con la primera, la corrupción política, y despreocuparse de la segunda, de la ciudadana. Le pasará probablemente lo que a mí, que se le enfaden, y mucho, como me ocurrió la semana pasada tras la denuncia de esa hipocresía en estas páginas. Provoqué un indignadísimo artículo de un no menos indignadísimo periodista que encontraba intolerable que me pusiera a escribir de hipocresías ciudadanas.

Pero, ¿cómo se me ocurre meterme con los ciudadanos? Lamentable regla de oro de la política democrática que aplican en su día a día tanto los medios de comunicación como los propios políticos. Es culpable todo el mundo, menos los intocables ciudadanos. Lo que refleja un fenómeno esencial de la cultura política democrática, el infantilismo ciudadano, la exigencia sin límites para con las élites políticas y la tolerancia igualmente sin límites para sí mismo. Lo describió el filósofo francés Pascal Bruckner hace años en unas de las obras más brillantes sobre los impulsos ciudadanos (La tentación de la inocencia):

« Llamo inocencia a esa enfermedad del individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos,a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes(…) El infantilismo combina una exigencia de seguridad con una avidez sin límites, manifiesta el deseo de ser sustentado sin verse sometido a la más mínima obligación ».

Bruckner centró sus análisis en el consumismo y el Estado del Bienestar, pero se puede aplicar a todos los campos de la democracia. A la actitud predominante de los ciudadanos ante la responsabilidad. Sea la del Estado del Bienestar, o sea la de la corrupción. De la misma manera que se deposita en el Estado toda la responsabilidad sobre el devenir de nuestras vidas, se exige a los políticos una rectitud moral que se olvida para con los ciudadanos. Es que lo suyo es mucho más relevante pues toman las decisiones que todos debemos acatar, replican los ciudadanos infantilizados. Como si la regla básica de la democracia, la decisión ciudadana como base de la legitimidad, dejara de tener efecto. Como si el pilar del Estado del Bienestar no fuera la contribución fiscal de cada de uno de nosotros. Como si el dinero ocultado al Estado por los ciudadanos no fuera inmensamente mayor que el distraído por la corrupción.

Y lo mismo pasa en cualquier otro campo. En la infantilizada ciudadanía británica, por ejemplo, que se ha llevado las manos a la cabeza porque el Príncipe Harry, soldado en Afganistán, haya dicho que «hayquequitarunavidaparasalvarotra» .O que vayan a la guerra nuestros soldados, pero que no nos cuenten la realidad de la guerra.

Y la primera protesta ha sido de un líder laborista. Reflejando que son los propios políticos los que alimentan el infantilismo de sus votantes, no sólo los medios. Y contribuyen a la destrucción de las bases responsabilidad democrática que deberían residir en los ciudadanos tanto como en los políticos.

EDURNE URIARTE, ABC 29/01/13