El ¿debate? ¿socialista?

EL CORREO 09/07/14
TEODORO LEÓN GROSS

El debate del lunes no resolverá la batalla de Ferraz. Por demás ya se sabía que las ideas de los candidatos, en el supuesto de que tengan ideas, no determinarán el desenlace. Los votantes no leen los programas. Aquí se vota con el corazón. O con el estómago. O con los higadillos. O con la puntera del pie. Pero raramente con la cabeza. Se vota decepcionado, entusiasmado, enfurecido, pero rara vez serenamente persuadido por la fuerza de la razón. Se vota por prejuicios antes que juicios. Y sin apenas flujo de voto. La gente de derecha sabe quiénes son los suyos; y la gente de izquierda, con algo más de infidelidad en su genoma, también. En esa cultura política, elegir a Madina, Sánchez o Tapias será por atractivo, simpatía, rabia o seducción, no por su programa. No compiten con programas.

Más que un debate, esto era un escaparate. Un ‘casting’. En una política cada vez más ‘sentimental’ –‘yes we can’– Sánchez está ganando el duelo de empatía. Incluso de su debilidad saca ventaja: al admitir que «hace un año no estaba en política» asume su inexperiencia, quizá demasiada para pilotar la gran maquinaria socialista herrumbrosa, pero vende frescura, con su «soy uno más» y promociona «el cambio desde abajo», obviando, claro, el mamoneo del aparato andaluz. En el cursilómetro ganó él («el partido al que amo») pero tiene punch, es guapo y va bien de oratoria, que no es lo mismo que ‘tener discurso’. De hecho Madina es más consistente, pero menos ilusionante, demasiado frío salvo con las manos hasta parecer una azafata de avión explicando el uso del chaleco. Tapias es interesante aun en la misma clave –«no soy el tercero en discordia sino el primero en concordia»– pero es claramente el tercer hombre.

Las ideas no crecen solas. Y los partidos no cultivan las ideas. Aquí hay tres aspirantes a ganar; y tiran más de eslóganes sentimentales, de cebos previsibles. A falta de sustancia para una renovación, venden regeneración: ‘un hombre, un cargo’, limitación de mandatos, aforados, transparencia orgánica, despolitización de instituciones de garantía como el Tribunal de Cuentas, indultos, paridad… Pero eso no es socialismo, sino ética horizontal que está en el programa de toda la izquierda y también de la derecha, aun sin credibilidad. ¿Quién va a creerles? Ese es ahora su problema. Ninguno de los tres parece un líder; y ninguno fue a la nuez. ¿Modelo de crecimiento? ¿Modelo fiscal? ¿Administración? ¿Justicia? ¿Modelo territorial y el problema catalán en términos reales? ¿Redistribución de la riqueza?

Lo mejor del debate fue el debate mismo. El PSOE dio buena imagen frente a un PP que también elige sus candidatos mediante ‘un hombre, un voto’, pero literalmente, el de Rajoy. Claro que esto no parece suficiente para fascinar al electorado de la nueva izquierda asamblearia o a los votantes perdidos del PSOE entre la frustración y el desencanto.