El deber de injerencia

ABC 04/02/15
ALFONSO ROJO

· El mundo civilizado tiene la obligación de intervenir. Militarmente y sin contemplaciones

Solo hay una respuesta: la muerte. No merecen otra cosa y lo inexplicable, lo vergonzoso, lo inaudito, es que esa OTAN que tapizó de bombas Serbia en 1999 por mucho menos o esa ONU que patrocinó el derrocamiento del libio Gadafi en 2011 miren para otro lado.

El mundo civilizado, las democracias occidentales, los escasos países del planeta Tierra donde impera la ley y no se deja reventar al menesteroso, tienen la obligación moral de intervenir. Militarmente y sin contemplaciones.

Aunque uno crea en la otra vida y esté convencido de que los malvados serán castigados por Dios, parece de cajón que a la espera de que lleguen al infierno es conveniente que los perversos reciban en este un anticipo.

Ha llegado la hora en que los dirigentes políticos que se llenan la boca clamando contra Putin, porque anexionó Crimea a Rusia o anda malmetiendo en Ucrania, exijan al unísono el aplastamiento de los facinerosos que ayer metieron en una jaula a un desventurado piloto jordano y lo quemaron vivo.

De los que decapitan periodistas, ejecutan a chavales por jugar al fútbol sin permiso, esclavizan sexualmente a niñas cristianas o venden como ganado a mujeres yazidíes. Si hay un escenario internacional donde sea perentorio utilizar sin dilación el inmenso poder bélico de Occidente y ejercer el «deber de injerencia» es en el territorio de Siria e Irak donde hemos permitido que impongan el terror los fanáticos del Estado islámico.