El desarme

EL CORREO 26/12/14
JOSÉ MARÍA ROMERA

· El sentido común pide la disolución inmediata de ETA, pero el documento del Gobierno vasco invita a seguir un itinerario laberíntico

Conforme nos hacemos mayores vamos dándonos cuenta de que entre el cine y la vida media una larga distancia. En las películas el desarme del malo se produce de una manera muy simple. Cuando se ve acorralado levanta las manos, deja caer el revólver al suelo y asunto terminado. Pero en la realidad todo es más complejo, y si no miren estos pobres etarras que al cabo de tres años de abandono de la violencia no logran dar con el modo adecuado de liquidar sus arsenales. Hasta ahora todo se ha reducido a una pantomima en la que dos encapuchados hacían el paripé de sellar cuatro pistolas bajo la mirada de circunstancias de unos llamados verificadores internacionales. Dado el éxito de aquel vídeo en los circuitos jocosos de internet, la experiencia no volvió a repetirse. Ahora los verificadores vuelven a salir a escena para comunicarnos escuetamente que la cosa sigue adelante. Da la impresión de que ETA no ha querido llegar al fin de año sin producir noticias, no vaya a ser que en los balances habituales quede de manifiesto su escasa disposición a poner algo de su parte. Para no quedarse atrás, el Gobierno vasco ha presentado su propio plan al respecto. Lo ha titulado nada menos que «propuesta de procedimiento para un desarme rápido, viable y efectivo, basado en un gesto unilateral de ETA ante la sociedad vasca, y con cobertura social, internacional e institucional». Un convoy inacabable de palabras que ya en su longitud lleva la marca de la dilación por más que en medio haya colado el adjetivo «rápido», quizá para disimular. En el documento se percibe la mano del director de Paz y Convivencia Jonan Fernández, propietario de un estilo neobarroco que se adapta por igual a la descripción del trazado de una autovía que a los puntos de un programa de desarme. Ahora que tanto se habla de relatos hechos a medida, habría que preguntarse si la intención última de Fernández no será también escribirse un relato a la suya propia. Con propuestas de esta clase, ETA puede respirar tranquila aunque Sortu haya mostrado su preocupación por el estrés al que se somete. Donde el sentido común pide la disolución inmediata de la banda y la entrega de su armamento, el documento invita a seguir un laberíntico itinerario con varios pasos, a cual más acrobático. Uno lo lee intentando imaginarse el curso de los acontecimientos y se imagina un lío de comités, zulos, permisos, traslados, entregas y devoluciones que más parece una garantía de eternización que un plan de desatasco. A este paso nuestros nietos asistirán a un goteo de armas entregadas por ETA igual que esos obuses de la Guerra Civil que de vez en cuando siguen apareciendo en pozos y descampados. Pero entretanto Urkullu y Fernández se habrán convertido en protagonistas de la película. El resto ya podemos esperar sentados, que hay desarme para rato.