El desplome de la izquierda

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 09/12/15

José María Carrascal
José María Carrascal

· Tras la derrota laborista, llega el colapso del socialismo francés y los populismos iberoamericanos.

Parece que a la izquierda le han echado el mal de ojo. A todas las izquierdas, pues hay muchas y muy variadas. Hay la europea y la iberoamericana, la radical y la moderada, la marxista y la estalinista, la socialdemócrata y la tercera vía, la de Iglesias y Monedero, más alguna otra que olvido, todas ellas hechas unos zorros. Sólo la norcoreana aguanta, pero aquella es el juguete de un niño grande que se divierte con sus súbditos como si fueran soldaditos de plomo, aparte de quedar muy lejos para que nadie se aventure por allí. Las demás no dan una a derechas… ni a izquierda.

Fíjense en lo ocurrido las últimas semanas: derrotas del peronismo kirscheriano y del chavismo, que se creían sólidos como una roca gracias a la carne, el trigo y el petróleo, que había mantenido a Argentina y a Venezuela en tiempos del saqueo de la derecha. Pero la izquierda es capaz de empobrecer incluso a las naciones con más recursos naturales. Mientras en Europa, tras la derrota laborista, llega el colapso del socialismo francés, que pasa al tercer puesto y ¡con el Frente Nacional de LePen en el primero, lo que es más grave! Tras la derrota del «socialismo real» que significó el desplomarse del muro berlinés, llega el desplomarse de los populismos iberoamericano, que tantos entusiasmos despertaban por aquí.

Van quedando sólo, en el bajo vientre de Europa, restos de la misma, en Grecia, sostenida con las transfusiones de Bruselas, pues sola está visto que no aguanta, en Italia con sus juegos malabares de siempre y en Portugal, con una coalición de perdedores, que veremos lo que aguanta. Y los españoles, tan listos, queriendo imitarles.

¿Qué le está ocurriendo a la izquierda de cualquier pelaje, que fracasa y, además, no por la mínima, sino estrepitosamente, lo que le hace volver a sus formas más primitivas e infantiles? Pues algo muy sencillo: que no se ha adaptado al nuevo mundo del siglo XXI, a la globalización, al mercado único, a la competencia planetaria, a los grandes bloques, a la política desideologizada. Aquello que Deng Xiaoping dijo a Felipe González, «gato negro o gato blanco, el caso es que cace ratones», es ya un imperativo de gobierno.

Un imperativo que no encaja en la cómoda, agalbanada, adanista filosofía (¿filosofía?) de la izquierda. Por más vueltas que le dé y más experimentos que haga, la izquierda sólo sabe gastar la riqueza que pueda haber hasta que se acaba. Consumir, pero no producir. Repartir, pero no crear. Ni siquiera los países más ricos pueden ya permitírselo, porque los demás se los comen vivos. Y la gente, que no es tan tonta como creen los ideólogos de izquierda, al final se da cuenta de que todos esos regalos que reciben no eran gratis, sino que tienen que pagarlos, además, con intereses.

Mientras España con el paso cambiado, con tres izquierdas: la tradicional, del PSOE, la radical, de Podemos, y la de Ciudadanos, que ni siquiera se atreve a presentarse como tal, pues ya saben, hoy si alguien dice que no existe diferencia entre izquierdas y derechas, es de izquierdas. Tanta vergüenza da. Al menos en los países desarrollados.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 09/12/15