El encargo del Rey

EL MUNDO – 03/02/16 – SANTIAGO GONZÁLEZ

· En esta vida no siempre se puede tener todo. El candidato Sánchez salió de la entrevista con el Rey anunciando su predisposición a dar un paso al frente si Rajoy renunciaba a lo que era su obligación: afrontar una investidura imposible, alfombrando la de su adversario con los restos del enemigo esparcidos por el Hemiciclo. Y Felipe VI le hizo el encargo. Era una de las opciones razonables. Aunque no tenga una mayoría a su favor tiene más posibilidades que Rajoy, que la tiene en contra desde el arranque.

Mariano Rajoy ya había dicho que en esta ocasión el Rey no le ha encargado afrontar la investidura e insistió en la propuesta que viene haciendo desde las elecciones: el Gobierno que necesita España es el del PP, el PSOE y Ciudadanos, no el de Sánchez apoyado por Podemos y los independentistas.

Naturalmente, el alma tertuliana de Pablo Iglesias se apuntó a hacer un resumen crítico de las intervenciones de los líderes del PP y el PSOE. Había tenido su momento de gloria la víspera, al contar lo que piensa el Rey sobre el momento presente. El hecho de que este tipo sea un mentiroso compulsivo no quita para que Felipe VI pueda pensar lo que apuntó Iglesias. Yo en su lugar lo pensaría: que los políticos deberían trabajarse más los acuerdos y acudir a la llamada del Rey con la tarea hecha. Dijo ayer el presidente del Congreso que la cosa llevará un tiempo, porque el propuesto «inicia ahora» las negociaciones. Lleva un mes y medio pregonándose, ¿y va a empezar ahora? Esto como el rascar, todo es empezar. Naturalmente, después de que López recibiera el encargo real, convocó su rueda de prensa, la segunda del día. Y Albert Rivera, la suya, como era de esperar.

Se cuenta que Napoleón encarecía a sus soldados la víspera de los combates diciéndoles: «Mañana os quiero a todos a primera hora armados, afeitados y masturbados». No estaría mal que los dirigentes políticos acudiesen a las rondas de consultas del Monarca ya con la tarea hecha, en lugar de entregarse a prácticas ipsatorias en las ruedas de prensa posteriores, como hace Pablo Iglesias con extraordinario virtuosismo.

Él, que hizo una apología cerrada de la guillotina, lamentando que en España no se le hubiera cortado la cabeza a un rey, debería tener en cuenta a Napoleón. Diez años después de que la máquina fetiche de Pablo Iglesias descabezara a Danton, Saint-Just, Desmoulins, Hébert y Robespierre, la Revolución se come siempre a sus hijos, Francia coronaba al corso bajito como emperador en Notre Dame.