El gobierno lincha a Montesquiu

José Antonio Zarzalejos, LA VANGUARDIA, 4/8/2011

A falta de Arnaldo Otegi, bueno es Martin Garitano, diputado general de Gipuzkoa, ya jefe de filas de Bildu. El discurso del que fue redactor jefe de Egin y Gara es el propio de la más hermética izquierda pro etarra.

Escribió el barón de Montesquieu, autor de El espíritu de las leyes, que «no hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de la ley y bajo el calor de la justicia». Si ya Alfonso Guerra enterró simbólicamente al ilustrado francés que teorizó sobre la separación de poderes, su correligionario Zapatero, amparado por las facultades excepcionales que la Constitución entrega al Gobierno, será el presidente que bata el récord en la promulgación de decretos leyes. Estas normas están concebidas en el ideal régimen de separación de poderes en un Estado de derecho para hacer frente a situaciones extraordinarias y urgentes, porque el poder legislativo reside en las Cortes Generales. Y este es un principio general que viene de Montesquieu (1689-1755) y que en España carece, al parecer, de vigencia. O al menos no la tiene para Zapatero.
No me refiero sólo al uso y abuso por el Gobierno de los decretos leyes ya consumados –la mayoría transformados en proyectos de ley en el Congreso–, sino al caso concreto de ese que nos anunció el pasado día 29 de julio el jefe del Ejecutivo sobre importantes materias fiscales –afectará, al parecer, al estratégico impuesto de sociedades–, que será aprobado casi en plena canícula: el sábado 19 de agosto, y puede que otro, el próximo 26. Sencillamente: no resulta tolerable que el presidente anuncie al borde de la gran escapada vacacional y para cuando todos los controles sociales y políticos estén distendidos, una norma que, sobre corresponder al Parlamento, regulará materias reservadas a la ley y de extraordinaria importancia. Tiempo ha tenido el Ejecutivo para plantear esa y otras reformas en su momento y no lo ha hecho. Resulta de una prepotencia tan soberbia como antijurídica que, ya tomadas por el jefe del Gobierno las de Villadiego y en plena convulsión económico-financiera, el Ejecutivo asalte la fiscalidad de las empresas –con especial incidencia para el sector financiero, según versiones verosímiles que corren por Madrid–, no se sabe con qué intención, si electoral o de otra naturaleza.
El prometido real decreto ley de 19 de agosto –legal pero tirano, en los términos definidos por Montesquieu– estaba pensado antes de las fortísimas tensiones que esta semana está sufriendo nuestra prima de riesgo y la depreciación de los valores bursátiles. Responde a una premeditación sospechosamente elusiva de las facultades del Congreso. Zapatero ha gobernado mal sin paliativos. Pero, además de su pésima gestión, ha generado una patología en el funcionamiento de los poderes del Estado, pues ha ido arrebatando parcelas de su facultad normativa al legislativo y espacios de independencia al judicial mediante la extrema ideologización de los nombramientos en ese ámbito. Los socialistas españoles golpean hasta el linchamiento al ilustrado barón de Montesquieu, pilar académico-teórico del Estado de derecho.
La crisis debe ofrecer holgura de facultades a los ejecutivos, pero no tanta como para deformar el Estado y reducirlo a un solo poder, el del Gobierno, que se manifiesta en distintas funciones como una hidra de múltiples cabezas. ¿Era inevitable también romper el sistema de equilibrios y controles entre los poderes estatales?

El 20-N, un error

 
La urgencia de convocar elecciones generales viene de muy atrás. El Gobierno no puede con la crisis, está exhausto y carece de credibilidad desde el giro de Zapatero en mayo del 2010. El presidente, sin embargo, perpetra error sobre error: anunciar los comicios generales con tres meses y medio de antelación –el 20 de noviembre–, lejos de calmar inquietudes, ha dado pie a otras: la interinidad y la disfuncionalidad de la bicefalia socialista. Nunca en la historia de la democracia se anunciaron legislativas así. Rodríguez Zapatero debió convocar el pasado 29 de julio para la celebración de los comicios 55 días después. Este largo paréntesis sólo trae consecuencias negativas.
Martin Garitano
A falta de Arnaldo Otegi, bueno es Martin Garitano, diputado general de Gipuzkoa, ya jefe de filas de Bildu. El discurso del que fue redactor jefe de Egin y Gara es el propio de la más hermética izquierda pro etarra. La banda ya se ha jactado de haber ganado la batalla política e ideológica de la ilegalización de su entorno, pero no era esperable que los bildus se quitasen la careta con tanta celeridad. Rubalcaba no va a poder capitalizar su gestión al frente de Interior. Porque Bildu es ahora el estandarte de ETA.