El gran fracaso

EL CORREO 21/09/14
JOSEBA ARREGI

· El independentismo catalán es una cuestión de querer, de voluntad, un argumento bendecido por el número

No es ninguna casualidad que este título pueda recordar a algunos lo que a lo largo del año y especialmente durante el verano se ha estado recordando, la Gran Guerra de 1914-1918. Un siglo XIX europeo que, recuperándose de las guerras napoleónicas, vive del optimismo basado en el desarrollo económico y en el desarrollo científico, revoluciona las ciencias y las artes, pone los fundamentos definitivos de lo que es la cultura moderna, da paso a la Gran Guerra del 14 poniendo de manifiesto la debilidad del optimismo de todo el siglo precedente, la debilidad de los fundamentos de la cultura moderna, y la cara oculta de ella.

Hoy, un siglo después, parece que no es exagerado hablar del gran fracaso de la cultura moderna y de su inspiración, la Ilustración. Una Ilustración que en su puesta en práctica en la Revolución francesa dejaba ya ver que no todo era luz y lustre, sino que también comportaba caras ocultas y oscuridades. Hegel, el gran conceptualizador de la Ilustración y de la Revolución francesa ya hablaba de la Ilustración insatisfecha. Pero tratando de superar esa insatisfacción puso en marcha ideas y sueños que, directa o indirectamente, bastante tienen que ver con los desarrollos catastróficos posteriores, con las dos guerras mundiales y con los fascismos y el estalinismo del siglo veinte.

Hegel veía que la Ilustración no llegó a definir como es debido la idea de libertad, en especial la libertad que se compadece con el espíritu absoluto que él vio aparecer con la Revolución francesa y con Napoleón. Para ello no bastaba con negar a Dios, sino que era preciso incorporar la verdad de Dios, su carácter absoluto y perfecto, a la inmanencia histórica, a la historia humana. Y desde entonces quedó suelto el sueño de la libertad absoluta, del espíritu absoluto, ilimitado, todopoderoso, en el espacio limitado de la historia humana como algo que para respirar tiene que hacer saltar los límites de esa historia por todos los costados.

La cultura moderna comenzó como la cultura que pretendía fundamentarse en la razón humana. Y Kant añadió que la razón, como todo lo demás, debía ser concebido dentro de los límites de la propia razón. La razón kantiana que destruye la metafísica se define a sí misma como limitada: puede conocer lo que puede conocer, lo que queda limitado a las capacidades de la razón, capacidades que no alcanzan al mundo que está más allá de lo razonablemente cognoscible.

Pero esta apuesta de Kant y de la Ilustración ha fracasado por partida doble: porque la razón no ha respetado sus propios límites y ha creído poder conocer la verdad de la historia, la libertad absoluta, y ha querido constituirse como espíritu absoluto –Hegel y todos sus seguidores–, y porque frente a la razón limitada y limitadora se han alzado los poderes del sentimiento, de la identidad, de las convicciones absolutas, del subjetivismo que todo lo invade y a lo que nada puede oponerse.

El genio del espíritu absoluto y de la libertad absoluta, y el genio de la subjetividad, del sentimiento, de la identidad ilimitados han salido de la botella entreabierta por la Ilustración y se han escapado a cualquier control. Lo pone claramente de manifiesto lo que reportan algunos medios de comunicación: un abogado barcelonés independentista se sube al muro que rodea una farola para divisar mejor desde allí la ‘uve’ de la última Diada, y le dice, a un periodista que se ha encaramado como él al pequeño muro, «nosotros no estamos enfadados con nadie, simplemente queremos irnos, y ya somos demasiados para preguntar por las causas». El independentismo catalán es una cuestión de querer, de voluntad. No es una cuestión de razón, de argumento racional. Cuando el querer es numeroso no se puede preguntar por razones. Hay que someterse. Hay que irse sin preguntarse ni de dónde, ni a dónde, ni por qué ni para qué. Hay que darse el gustazo, un gustazo bendecido por el número.

La débil razón parida por la Ilustración y analizada por Kant se encuentra en estos momentos, que si bien el calendario nos dice que son de inicio de un siglo nuevo –todo el mundo anda cantando las excelencias de lo nuevo, de la superación de lo viejo–, se parecen al clima que imperaba a finales del siglo XIX, lo que se llamó el sentimiento de ‘fin de siécle’, y quizá sea fin de ciclo, más débil que nunca erosionado por la fuerza del subjetivismo: independentismos, voluntades de secesión, convicciones religiosas subjetivas que legitiman todo tipo de terror, desintegración de lo existente, concepción de los derechos propios aunque se hunda el mundo, aunque se desintegre la estructura social, aunque se haga imposible cualquier política que, para serlo, tiene que seguir refiriéndose al bien común que solo puede ser definido con recurso a elementos objetivables.

Nos encontramos ante un gran fracaso, el fracaso de lo que intentó la cultura moderna con la Ilustración. La razón humana está desacreditada, todo el mundo vive montado sobre el caballo desbocado de los sentimientos, de las identidades, de las convicciones subjetivas –sean éstas religiosas, supuestamente científicas, identitarias–, horadando las estructuras institucionales y de relación que tanto ha costado crear tras salir de violencias, terrores y guerras causadas, entre otras cosas, por los mismos caballos desbocados que ahora campan a sus anchas.

Lo peor de las situaciones como la actual no es que los caballos del apocalipsis anden desbocados, sino que quienes los montan se aferran a la vieja creencia de que esta vez ellos, los caballeros, serán capaces de dominar a las bestias desbocadas, olvidando que siempre los jinetes se creían en posesión de esa capacidad, que ellos no son los primeros, pero que el desastre es tanto mayor cuanto mayor es la creencia en su propia capacidad.

Ahora que tanto se invoca la capacidad de liderazgo de los políticos, alguien tendría que decirles que su función primordial es volver a meter en la botella a los espíritus de destrucción que han dejado escapar.