El honor perdido del PSOE

ABC 02/11/16
IGNACIO CAMACHO

· Sánchez es un desarraigado del PSOE que en su ambición desconoce la psicología y la cultura de su propio partido

EXISTE una sospecha fundada, o al menos verosímil, de que Pedro Sánchez no conozca en realidad a su propio partido. Durante dos años lo ha gobernado sin acabar de entenderlo, atento sólo a la bitácora de sus ambiciones personales. Su falta de arraigo en las federaciones donde el PSOE tiene implantación real –y donde ganó las primarias porque los barones le hicieron el trabajo para cerrarle el paso a Madina– le ha dibujado una idea desenfocada de la organización que en esos territorios ejerce históricamente como estabilizador de clases medias y, en el fondo, como una fuerza conservadora o pequeñoburguesa. En su mandato ha sido incapaz de evaluar lo que significa el Partido Socialista en la sociedad española, entre sus electores, y lo ha confundido con el perfil de las juventudes radicalizadas –la gestora sospecha que también infiltradas– en las que se apoyó para sostenerse. Su continua apelación a la militancia lo ha hecho olvidarse de «la votancia»: gente madura, identificada con el relato político de la Transición y habitante de la España provincial. Obsesionado con la irrupción de Podemos, le entregó al PP ese segmento sociológico. Resultado: los dos mayores fracasos electorales desde 1977.

Hace falta mucho cuajo, o mucha desorientación, para postularse en televisión con la mano tendida hacia Podemos y los separatistas catalanes al día siguiente de que éstos protagonizaran contra el PSOE la más infame catarata de agravios que recuerda el reciente parlamentarismo español. Para aspirar con ese entreguismo acomplejado a volver a liderar un colectivo humano al que en ese momento le hervía, con toda razón, el orgullo y la sangre. Pero le salió natural porque es lo que siempre ha querido: ser el candidato blanco que lima se las aristas del extremismo de izquierda para auto transportarse aL aMoncloa.P ores o no le importaban sus descalabros electorales: porque sumaba mentalmente sus votos a los del movimiento rupturista con el que aspiraba a aliarse para proteger su falta de anclaje y su desconocimiento de la psicología de su partido.

La batalla que pretende ofrecer a bordo de su itinerante blablacar no significa otra cosa que la desnaturaliza cióndelP SO E. Eso es lo que el sereno Ja vi erFernández llama «podemización»: la quiebra de la cultura orgánica de la socialdemocracia para acercarla al populismo asambleario y antisistema surgido de la descomposición del zapaterismo. No como idea ni como proyecto, porque Sánchez jamás ha tenido eso, sino como combustible de su anhelo individual. Bien es cierto que la actual dirigencia, vacía de liderazgo y de criterio, se lo ha permitido; pero su desafío puede activar las fuerzas telúricas de la vieja organización para reencontrar su identidad extraviada y su honor zarandeado. Es hora de saber si el partido herido de la noche de la investidura conserva suficiente autoestima para salvarse a sí mismo.