El hoyo

ABC 05/01/14
IGNACIO CAMACHO

· El proyecto político de ETA está vivo, y los criminales, libres para perseguir los objetivos por los que han matado

Los nuestros en la calle y los vuestros en el hoyo. Con esta demoledora frase –un certero diagnóstico de situación, fuera de su crueldad extrema– recibieron la semana pasada a las víctimas del terrorismo en los valles de la muerte vascos, la geografía de la infamia donde habita el olvido de los allí asesinados con la complicidad activa o pasiva de quienes ahora gobiernan esos territorios. Y para confirmar la precisa crudeza del análisis los batasunos desplegaron ayer su viscosa e impune exhibición de fuerza: un tipo con veintiún muertos a sus espaldas, un serial killer capaz de despachar a dos decenas de ciudadanos, leyó en voz alta delante de otros 60 colegas de oficio un programa de autodeterminación con la impostada seriedad de cualquier encorbatado político nacionalista. Artur Mas debería sentir una cierta cosquilla de enojo: le ha salido un epígono llamado Kubati, al que cualquier día vemos en coche oficial con un acta de diputado.

Lo que los matarifes recién liberados expusieron ayer en Durango es un discurso más profundo que el de su vulgar manifiesto soberanista. Estaban allí reunidos, con la complacencia de un juez y una Fiscalía timoratos, para dejar claro que el proyecto político de ETA está vivo aunque la banda agonice. Los muertos están enterrados y los criminales libres, dispuestos a proseguir la búsqueda de los objetivos por los que han matado. Porque ETA no mató por gusto ni por psicopatía sino por el poder y por la independencia. Y aunque ésta no la han logrado el poder ya lo tiene en sus manos a través de unos testaferros que ni siquiera han condenado los asesinatos. Ya no matan, es cierto y es importante. Pero además de borrón y cuenta nueva parecen pretender que se lo agradezcamos.

A estos jiferos los vamos a ver convertidos en próceres, tiempo al tiempo. Con las capuchas quitadas se van a erigir en paladines de la independencia vasca, y eso no daría exactamente la impresión de una victoria del Estado. Estrasburgo les ha dado por cumplidas las condenas pero se están saltando un pequeño trámite de reinserción: la petición de perdón, el arrepentimiento y la repulsa expresa de su pasado de sangre y violencia. Aun con ello deberían quedar inhábiles para la política en un país higiénico, pero como mínimo tienen que cumplir ese requisito moral sin casuismos ni atajos. En vez de eso se ecochinean del sufrimiento causado y tratan de levantar un relato de dignidad sin que nadie, salvo unas víctimas estigmatizadas como si fuesen rehenes del rencor en vez de vestales democráticas, les afee sus perfiles de canallas. Habrán perdido pero la sociedad no ganará si ellos están cómodos en la derrota.

Porque lo peor es que tienen razón: los suyos están en la calle y los nuestros, los de todos los ciudadanos decentes, en el hoyo. Alguna respuesta debería provocar la evidencia de que esa frase brutal es rigurosamente cierta.