El más discreto dirigente del PNV

Gorka Agirre, que había viajado a Israel con Arzalluz y Ollora para conocer la ‘vía noruega’ hacia la paz entre israelíes y palestinos y también a Irlanda del Norte, tuvo un gran protagonismo en las negociaciones con ETA y en la elaboración del texto del pacto de Estella que provocarían un giro estratégico del PNV hacia el soberanismo que ha marcado los últimos diez años.

Gorka Agirre Arizmendi (Amberes 1949), dirigente del PNV fallecido ayer en Bilbao tras una larga enfermedad, había nacido en Bélgica, país en el que su padre, hermano del primer lehendakari, José Antonio Aguirre, era delegado del Gobierno vasco en el exilio, y vivió en el País Vasco francés en las postrimerías del franquismo. Esas dos circunstancias marcaron de manera decisiva su actividad política.

Impulsado por Xabier Arzalluz, de quien fue estrecho colaborador, Gorka Agirre formó parte del EBB durante veinte años, entre 1988 y 2008, y en la dirección del PNV se ocupó de las relaciones internacionales aprovechando su condición políglota, su formación en la Universidad de Lovaina y las relaciones establecidas en su época de residente belga. Pero también fue el hombre puente entre el PNV y ETA, ya que Agirre conoció a una buena parte de los dirigentes de la banda terrorista durante los años setenta, cuando residió en el País Vasco francés.

Las vivencias y contactos de sus años en Bélgica y en el País Vasco francés determinaron la trayectoria política de Gorka Agirre, un hombre que hizo de la discreción una forma de vida, posiblemente porque era consciente de la condición inflamable de muchos de sus conocimientos y relaciones personales. No sólo tenía acceso a buena parte de la generación de jefes de ETA que lideró la banda hasta mediados de los años noventa, sino que en sus manos terminaba toda la información sensible que captaban las redes sociales del PNV.

Agirre, casado con una hija del ex consejero de Interior Luis María Retolaza, era el hombre con el que querían hablar periodistas o representantes diplomáticos o de la inteligencia de diversos países cuando querían tener un análisis preciso sobre ETA. Sus contactos sirvieron para organizar en 1980 una «cumbre» ETA-PNV en Biarritz a la que asistieron Xabier Arzalluz y él mismo para hablar con Txomin Iturbe, Eugenio Etxebeste y Josu ‘Ternera’, y en la que los dos dirigentes jelkides rechazaron las pretensiones de los etarras para que el PNV volviera a posiciones rupturistas y repudiara el Estatuto recién aprobado.

En mayo de 1992, en el contexto de la crisis de Bidart de ETA, Gorka Agirre, Joseba Egibar y Juan María Ollora acudieron en representación del PNV a una ronda de conversaciones con HB que terminaron sin ningún acuerdo por la resistencia de los batasunos a desmarcarse de la violencia. Apenas un año más tarde, el terrorismo propinaría a Gorka Agirre un duro golpe cuando ETA asesinó al sargento mayor de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, persona muy allegada al dirigente del PNV.

Agirre tomó conciencia de que se había producido un cambio importante en la cúpula etarra y que aquellos líderes con los que se había relacionado en el exilio francés habían sido desplazados por otros dirigentes dispuestos a atentar contra nacionalistas. Expresó su dolor en una carta abierta en la que hizo un llamamiento a la «ETA zaharra», a la ETA vieja que él había conocido, para que rompiera «con el brazo político que les está llevando a un callejón sin salida». Agirre mostró su desprecio a quienes habían decidido el asesinato de Joseba y les puso nombre: Iñaki Gracia Arregi, Félix Alberto López de la Calle, José Javier Arizkuren Ruiz y Mikel Albisu Iriarte, ‘Mikel Antza’. En la carta reveló un dato que hasta entonces era desconocido, como la presencia de ‘Mikel Antza’ en la cúpula etarra.

Momento de desengaño

Apeló también, aunque en vano, a los «independientes» de la Mesa Nacional de HB, a los presos, a los huidos y a los familiares de los etarras que muchas veces se habían dirigido a él para pedir ayuda y que les buscara una solución a su situación personal. Fue un momento de desengaño porque aquellos que, cara a cara, le decían que no estaban de acuerdo con la deriva de ETA, no fueron capaces de expresar ese sentimiento en público y siguieron siendo «cómplices pasivos» de la banda, como señaló el propio Agirre.

En recuerdo a Joseba Goikoetxea, Agirre utilizó el seudónimo de ‘J. Txindoki’ para escribir en Prensa algunos artículos en los que reflejaba su conocimiento de las interioridades de ETA, como el publicado en noviembre de 1995 advirtiendo del riesgo de que la banda asesinara de forma inminente a un dirigente del PNV. Posteriormente se conoció que en esas mismas fechas, un comando etarra realizó varios intentos de matar a Juan María Atutxa.

El intento negociador con HB de 1992 sirvió para perfilar un equipo bastante homogéneo formado por los tres dirigentes del PNV, Agirre, Ollora y Egibar, que pasaron a defender en el seno de su partido las tesis de buscar un acercamiento a las posiciones políticas de la izquierda abertzale a cambio de que ETA renunciara a las armas. Sus posturas fueron inicialmente minoritarias en el seno del PNV, pero con el paso de los años fueron ganando adeptos y acabaron siendo aceptadas por el propio Xabier Arzalluz. La culminación del giro impulsado por este equipo se produjo en 1998 con las negociaciones con ETA que condujeron al pacto para la tregua de la banda y a la Declaración de Lizarra.

Gorka Agirre, que había viajado a Israel con Arzalluz y Ollora para conocer la ‘vía noruega’ hacia la paz entre israelíes y palestinos y también a Irlanda del Norte, tuvo un gran protagonismo en las negociaciones con ETA y en la elaboración del texto del pacto de Estella que provocarían un giro estratégico del PNV hacia el soberanismo que ha marcado los últimos diez años.

Aunque siguió en el EBB después de la salida de Xabier Arzalluz, su gran amigo, Agirre vivió sus peores momentos políticos en junio de 2006 a raíz de la desarticulación de una red de extorsión de ETA en la que estaba implicado el dueño del bar Faisán, de Behobia, uno de los veteranos con los que el dirigente del PNV estaba en contacto. El juez Fernando Grande Marlaska le acusó de colaboración con ETA y Agirre estuvo en libertad bajo fianza hasta que dos años más tarde Baltasar Garzón le retiró la imputación. Aquel episodio sirvió para que todo el PNV, desde Arzalluz hasta Imaz, se movilizara en apoyo a Gorka Agirre, al que los problemas legales se le juntaron con los primeros problemas de salud. Los que ayer derivaron en su muerte.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 21/3/2009