El miedo necesario

ABC 19/09/14
HERMANN TERTSCH

· El mismo día que elige Escocia si crea otra frontera más, China e India negocian la superación de sus diferencias fronterizas

ENTRAMOS ya en una nueva era y no sabemos nada de qué nos deparará. Pero los indicios que tenemos son bastante inquietantes. El siglo XX comenzó con el atentado de Sarajevo el 28 de junio de 1914 y los primeros jóvenes muertos en los frentes de Bélgica y Bessarabia. Les seguirían muchos millones en los años siguientes. Puede que el siglo XXI también empiece tarde, aunque muchos creen que nació con todo el brutal dolor de aquellos humanos que se tiraban desde las Torres Gemelas en llamas. Con una guerra yihadista que entonces irrumpió en nuestras vidas y ahora adquiere nuevas formas más aterradoras si cabe con el estallido general de la guerra interna sectaria en el islam. Y con la cristalización del yihadismo sunita como ideología política totalitaria. Ante este hecho, ante la globalización y sus vértigos, pero, sobre todo, ante la frustración de las inmensas expectativas generadas en el seno de las sociedades modernas del bienestar con la crisis económica y social, Europa entra en años decisivos. En los que se decidirá pronto si es capaz de superar las grandes contradicciones de su unión política y económica. Porque Europa vuelve a tambalearse. Para quizá consumar el fin de su relevancia en el mundo.

Mucho indica que este continente puede acabar siendo un gran parque temático que pueda alimentar a una población dedicada a los servicios para los visitantes procedentes de otros continentes más prósperos. Todo podría comenzar con la recaída de Europa en los estados nacionales cada vez más pequeños y agresivos, la proliferación de fronteras y conflictos y el definitivo fracaso del proyecto global europeo, último intento para lograr una competitividad que permitiera tratar en régimen de igualdad a las grandes potencias emergentes. Es casi una metáfora perfecta del desfase total en que vive el continente europeo, una coincidencia a primera vista casi graciosa. El mismo día que elige Escocia, un diminuto enclave europeo en el norte de las islas británicas, de cuatro millones de almas, si se separa del Reino y crea otra frontera más, los dos gigantes de China e India, cada uno con más de 1.200 millones de habitantes, negocian en Delhi la superación de sus diferencias fronterizas y un programa de cooperación de dimensiones colosales. El presidente chino, Xi Jinping, de visita oficial en India, anuncia, con su homólogo Pranab Mukherjee, una nueva era de la cooperación. China e India, 2.400 millones de seres humanos, dan un paso hacia la permeabilidad de su frontera común. Escocia, con cuatro, erige una nueva.

Los europeos han gozado de 70 años de paz, y en los países más afortunados de su mitad occidental, también de libertad. Eso sí, después de dos terribles guerras mundiales que dejaron devastado su territorio y sus ciudades. Algo parece indicar que algún resorte interior considera que ya están demasiado lejos los espantos de aquella guerra para tener los efectos sin duda saludables que han ejercido en estas pasadas décadas sobre políticos y opiniones públicas. Quizá se ha agotado el miedo necesario. Al totalitarismo, a la guerra. Quizá también se ha olvidado. Porque las nuevas generaciones no saben nada de lo sucedido. No quedan testigos vivos. La educación ha fracasado en la transmisión del mensaje. Y las sociedades, confundidas, infantilizadas, sometidas a un bombardeo permanente de impulsos, reaccionan con confusión y miedos que nada tienen que ver con los miedos necesarios. Curioso es en todo esto que España, que estuvo al margen de la evolución europea gran parte del siglo XX, se haya convertido en el prototipo de los peores males con que la ignorancia y el pensamiento débil amenazan a las libertades y al futuro europeo.