Pedro Chacón-El Correo

Después de oír a Santiago Abascal unas horas antes ante los medios con las ideas muy claras en cuanto a la decisión a tomar, la reunión con el comité de dirección de su partido Vox a última hora de la tarde -y conociendo cómo funciona este partido- ha consistido en un mero trámite formal para anunciar lo previsible: la ruptura de los pactos de Vox con el PP en las comunidades autónomas de Castilla y León, Extremadura, Aragón, Comunidad Valenciana y Murcia.

Entramos así en una fase nueva y extremadamente delicada de esta legislatura en la que todo se le pone de cara a Feijóo y al PP si saben jugar sus cartas. Aunque la posición en la que queda, de entrada, es delicada. Porque sus recientes acuerdos con el PSOE (CGPJ, direcciones de instituciones claves del Estado, acuerdos parlamentarios en Europa), que todo el mundo pedía desde el principio de la legislatura para alejar a la política española de los extremos -y que son, no lo olvidemos, los que realmente han motivado la reacción de Vox-, se están produciendo ahora y a destiempo, podríamos decir. Sobre todo cuando el PSOE es el mayor necesitado: con un problema de presunta corrupción en el núcleo mismo de su jefatura, alrededor de la familia de Pedro Sánchez; y con un problema de definición en Cataluña, que se tiene que despejar en pocas semanas.

Estamos, por tanto, ante una interesante confluencia de ritmos políticos distintos frente a la que Abascal ha reaccionado echando mano de sus amistades de primer nivel mundial (Le Pen, Meloni, Orbán, Milei, Trump), lo que le ha llevado, un tanto pasado de vueltas, a tomar esta decisión. Los gobiernos regionales son lo de menos aquí. Aprobados sus presupuestos, lo que podría haber, puntualmente, es algún adelanto electoral. Los paganos serán todo el personal de Vox que tenga que cesar en sus cargos, pero no está mal como ejemplo: ese es el aspecto más positivo de la decisión de Abascal. Lo menos presentable, en cambio, que ha hecho Abascal en toda esta historia ha sido utilizar a los menas como excusa. Toda la retahíla de agresiones, machetazos, violaciones y robos que les ha endosado no tiene un pase moral. Eso hay que demostrarlo con porcentajes de agresiones y con procedencia de agresores. Pero cargar las tintas con los inmigrantes islámicos, como hace, no tiene perdón de Dios. Lo mismo que no se les puede exculpar en genérico, tampoco culpabilizar. Un poco de sentido común, por favor.

El momento Feijóo está aquí. Ahora lo tiene todo a su favor. Ya no hay excusas para erigirse en el líder centrado que necesita el país en estos momentos. El problema es que como esta ocasión la tuvo antes y falló (aquella campaña electoral infausta de julio de 2023). Y es muy, pero que muy raro en política, que se repita dos veces la misma oportunidad. En cualquier caso, Feijóo siempre le tendrá que estar agradecido a Abascal por ello. Decisiones como la que acaba de tomar el líder de Vox bien valen una Presidencia del Gobierno.