El motín de Esquilache

 

El PSOE arriesga hoy una derrota que abra un espacio a una nueva corriente de izquierdas. El PP obtendrá una victoria de largo recorrido si conquista Castilla-La Mancha y Sevilla. ¿Elecciones generales en 2012? El malestar de la calle resta margen a ese calendario.

Un hombre coge una azada y comienza a cavar un huerto en el terraplén que rodea una de las fuentes de la Puerta del Sol. Evidentemente, las lechugas no serán transgénicas. Carlos III, el rey que fue alcalde, preside el motín desde lo alto de su caballo y alrededor del regio pedestal las lonas dispuestas en jaima transmiten al mundo la imagen de una España cairota hundida en el desespero de sus deudas. Sólo falta el cartelón de Tío Pepe, retirado por obras en el edificio donde don Ramón María del Valle-Inclán perdió el brazo en una riña de tertulia. («Joven, no zea uzted majadero», dijo el maestro, y el interpelado, un tal Manuel Bueno, le hirió con la punta de su bastón. La herida infectó).

Aires de Malasaña, de Lavapiés, de Ciencias Políticas y de la facultad de Humanidades y Comunicación de la universidad Carlos III –siempre el rey ilustrado– sita en Getafe. El movidón de Sol. Los parados. Los decepcionados, Los irritados. Los airados. Los que quieren plantar cara a la disciplina alemana. Y este fin de semana, un montón de curiosos. Una verbena. Este fin de semana, lo que mola es ir a Sol. Madrid es una ciudad piramidal que cada equís tiempo estalla por abajo para soltar vapor. Los motines de Madrid siempre empiezan de una manera casi inaudible para acabar convertidos en un acontecimiento nacional. Carlos III también tuvo su motín. En 1766, su ministro de Hacienda, el italiano Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, prohibió el uso de la capa larga y del sombrero de ala ancha, alarmado por la impunidad de los embozados. Mandó recortar las capas y se montó la del copón. Cuarenta mil personas participaron en el motín e impusieron al rey un programa de ocho puntos. La restitución de capas y chambergos, desde luego, y la bajada de los precios de los comestibles. Fue una revuelta contra el hambre y contra los ministros italianos que querían europeizar Madrid. España siempre en singular. También ahora. Plaza del norte de África en los noticiarios norteamericanos. Regresa el mito de la rebeldía española y desde Hollywood, Penélope Cruz, pirata del Caribe, dice sentirse conmovida. Estos días se está redibujando la marca España, esa cosa tan estratégica que enseñan en las escuelas de negocios, y puede que en Sol brote una nueva rama de la izquierda. La rama que el zapaterismo ha querido evitar, abduciendo durante más de diez años a Izquierda Unida. De entrada, el Partido Socialista Obrero Español arriesga esta tarde en las urnas una cornada de padre y señor mío.

Regino García Badell asoma la cabeza por uno de los ventanales de palacio y desde la plaza unos jóvenes le gritan: «¡No te asomes, únete!» El señor García Badell es el jefe de gabinete de Esperanza Aguirre Gil de Biedma y de ritos izquierdistas sabe un rato. Sobrino carnal de Carlos Arias Navarro –el jefe de Gobierno que anunció a los españoles la muerte de Franco– perteneció de joven a la Organización Comunista de España Bandera Roja y tiene en su haber la experiencia clandestina más cercana a una alta personalidad del viejo Régimen. Para acabar de entender la política española hay que tener en cuenta el influjo que dirigentes de los grupos más rompedores de la izquierda del 68 han venido ejerciendo en el PSOE, y también en el PP, incluido el entorno de José María Aznar. Una parte del alma neocon ha sido trotskista.

Agitación constante y que los tuyos siempre sepan cuál es el enemigo del pueblo. La lucha de frentes como simulación posmoderna de los grandes antagonismos del pasado era trivial con un crecimiento económico del 3,5 %. PSOE y PP jugaban a rojos y azules y la gente les seguía la corriente. Con España técnicamente en quiebra, el juego deviene una farsa. O una tragedia. Con todos sus pintoresquismos e ingenuidades, el motín de Madrid –»Abajo los recortes»!– indica que estamos en el inicio de una nueva dialéctica. No es una fantasía suponer la pronta aparición de una nueva corriente, independiente o superpuesta a Izquierda Unida. El campo del PSOE se está achicando. El Partido Socialista podría convertirse esta noche en la fuerza menor y subalterna de un bipartidismo desprestigiado. Regino García Badell lo sabe, cierra el ventanal y se recluye en palacio, donde le espera su jefa, vestida con la chaqueta dálmata de Cruella De Vil.

A Esperanza Aguirre no le gusta la movida de Sol. No soporta que le hayan ocupado la plaza donde hace unos días celebró la fiesta del 2 de Mayo, pasando revista –por primera vez– a una formación militar. Estampa de jefa de Gobierno. Aguirre no pierde ocasión para recordar en las entrevistas que el Partido Popular debe celebrar su congreso nacional antes de las elecciones generales del 2012. Y lo de estos días puede que rompa sus esquemas. Hasta anteayer, las cábalas en la derecha-derecha de Madrid eran las siguientes: «Si María Dolores de Cospedal pierde en Castilla-La Mancha, Paco Cascos da la sorpresa en Asturias, y Juan Ignacio Zoido no alcanza la alcaldía de Sevilla, Rajoy deberá dar muchas explicaciones». Si eso ocurriese, en el PP se abriría una gran tensión entre las dos líneas. A Rajoy le intentarían mover la silla. Y el motín de Sol refuerza al ala moderada. El movidón de las plazas españolas le dice a la derecha que vaya con mucho cuidado con las formas, aunque su resultado electoral sea hoy espléndido, océanico y apisonador.

El motín de Sol, con un informante por cada dos participantes –estos días todo el Madrid que manda tiene a alguien en la plaza reportando al cuartel general–, plantea finalmente la siguiente pregunta: ¿Puede España aguantar ocho meses más de provisionalidad?

Enric Juliana, LA VANGUARDIA, 22/5/2011