El no nihilista

EL MUNDO 30/08/16
ARCADI ESPADA

UNA DE las claves de la actitud del Psoe ante la investidura es el íntimo convencimiento de su grupo dirigente de que nunca llegarán a nada, de que su paso por la cumbre de la política está visto para sentencia. Es probable que el análisis sea correcto, pero da lo mismo: basta con su convencimiento. De ahí que cuando sus rivales pretendan encararlos a sus responsabilidades patrióticas (salvo a la de la cerrilidad, acendrado rasgo del españolazo) el ejercicio sea dramáticamente inútil. Invocar el apocalipsis colectivo cuando el otro se enfrenta a un inexorable apocalipsis personal es un ejercicio baldío. Es verdad que podría darse una excepción en el caso de una inequívoca grandeza moral. Pero no es el caso, no es el caso.

Los manejos del bloqueo político enmascaran la calamitosa situación del Psoe, un partido que añade al descuartizamiento de la izquierda europea la ausencia de liderazgo y la peor coyuntura de su reciente historia. Como el Pp, ha perdido votos; pero muchos más. La pérdida tiene, además, dos características agravantes. La primera es que el Psoe ha cedido votos a su izquierda, pero también a su derecha, y esa circunstancia obligaría a una política mucho más sofisticada que la inteligencia del actual grupo dirigente. La segunda es que la gran mayoría de los votos perdidos han ido a parar a un partido, el partido Podemos, con el que el pacto fue imposible, a causa de Cataluña, en la primera hipolegislatura, y que probablemente seguirá siéndolo en esta segunda: otra desventaja respecto del Pp, que ha perdido sus votos en favor de un partido con el que puede gobernar. Rajoy demuestra una indisimulada irritación ante los éxitos de C’s; pero su competencia electoral acaba fraguándose en una alianza. El poder es un bálsamo eficacísimo de las irritaciones. Por el contrario, los votos que han ido del Psoe a Podemos (¡y viceversa!) son votos tirados.

Es plausible que los dirigentes socialistas alerten sobre las letales consecuencias del apoyo a Rajoy: aunque al partido Podemos lo han llevado al rincón de pensar, es capaz aún de dar algún chillido histérico. Pero los socialistas saben que lo contrario tendría también su coste: aun teniendo en cuenta su carácter aproximativo, las encuestas señalan que la mayoría de votantes socialistas prefieren que gobierne el Pp a la repetición electoral. Por esa doble realidad tan descarnada, el no y no socialista no conlleva ninguna afirmación, ninguna alternativa, ningún proyecto. Es el no del nihilismo. El enfermo terminal que se da la vuelta en la cama.