El oasis vasco

EL CORREO 29/11/14
KEPA AULESTIA

· Aquí todo está en calma, gracias a la paz: ni necesitamos regeneración democrática ni medidas de transparencia. Aquí no hay corruptores porque no hay corrompibles

Euskadi aparece como la excepción de las tensiones institucionales y escándalos que asuelan España. La paz y la convivencia ‘realmente existentes’ han generado una suerte de espejismo político que cala como estado de opinión general. Entendiendo que la política siempre lleva consigo una gran dosis de apariencia, el final del oasis catalán primero y del madrileño después ha hecho reverdecer el nuestro como un paraíso envidiable en medio de tanta tormenta de arena. Aquí la desazón social no se ha llevado por delante el sistema tradicional de partidos, y solo parecen afectados los socialistas y los populares, como en el resto.

El PNV ha salido incólume y le ha bastado hacerse fuerte en Bizkaia para mantenerse como el eje en torno al que pivota el sistema institucional. La dialéctica Gobierno-oposición se encuentra tan lastrada por resabios ideológicos, de un lado, y tan parcelada por el otro en un sinfín de instituciones y litigios sectoriales, que brinda a los jeltzales la ‘sobrerrepresentación’ del país con un 34,64% del voto en las autonómicas de 2012. EH Bildu está tan ocupada en ordenar la gestión de las administraciones locales y de la foral que ostenta, y emplea tantas energías preservando el pasado de la izquierda abertzale y el final de ETA de todo juicio moral sobre su trayectoria, que no le quedan fuerzas ni para romper el ritmo parsimonioso del PNV hacia el ‘nuevo estatuto político’, ni para incomodarle alimentando una vía independentista propia por parte de la izquierda abertzale. El PSE-EE experimenta la dificultad que entraña definir, en horas bajas, una política particular e identificable cuando todo lo que haga se medirá en relación al PNV. El PP se ha atrincherado en Álava, jugándose el todo por el todo a cuenta de la queja de aquellos vitorianos que ven en la inmigración de origen magrebí un abuso de las ayudas sociales. ¿Y Podemos? «Podemos es un fenómeno español, madrileño en concreto, que aquí tiene poco que hacer. No llegará a inquietarnos en mayo». Sería la versión oficial del espejismo compartido.

Esta paz que ahora tenemos ha sido la puerta de acceso al oasis. Convendría pensar en que quizá no obtengamos un estadio de convivencia superior al actual. Que quizá fuese más prudente dejar de manipular los resortes de la paz con la intención de perfeccionarla. No es fácil imaginar mejor receta que la quietud y el silencio. Que las instituciones no se prodiguen en hacer cosas que están quedando, todas ellas, a medias. Que la izquierda abertzale enmudezca en este tema y los residuos de ETA se abstengan de explicarse. El oasis sería más placentero. Pero la gestión obstinada y planificada de la pacificación es el mensaje con el que Urkullu trata de convencer a los propios de que el oasis es cosa suya, advirtiendo a los demás de que no hay salvación fuera de él.

Aquí no necesitamos regeneración democrática. Ya lo explicó el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, cuando en el pleno del jueves mostró la disposición de su partido a dialogar con el Gobierno de Rajoy sobre las medidas anticorrupción, recordándole que las propuestas para incrementar la participación de los afiliados forman parte del ADN jeltzale. Aquí no hay quejas sobre el funcionamiento de los partidos. El propio Esteban fue franco el jueves mostrando su preocupación porque el Gobierno del PP acabe rebajando el máximo de las donaciones particulares a los partidos políticos, y de que tales donaciones sean hechas públicas en Internet. Llegó a sugerir que ello clausuraría dicha fuente de ingresos, y que podría fomentar las aportaciones en B. Es una característica bien conocida del oasis vasco que las formaciones que gobiernan pueden extender sus tentáculos más allá de su representación institucional sin que nadie lo discuta, acaparando por ejemplo la representación de los impositores en las cajas de ahorros que, por ahora, son las únicas accionistas de Kutxabank.

En nuestro oasis se da por sobreentendido que nadie sin carné del partido en el Gobierno puede esperar a que le nombren para cargo alguno dentro de la función pública o en las sociedades de derecho privado participadas al 100% por las instituciones. La lealtad a los valores de la patria pasa por juramentarse con las siglas. Se entiende que el nepotismo partidario no es una corrupción encubierta de fidelidades. Razón de más para que Epsilon e Hiriko pasen a ser episodios a salvo de toda burda acusación. Aquí no hay corruptores, porque no hay corrompibles. El cohecho y el tráfico de influencias no son propios de los vascos, y qué decir de la malversación de caudales públicos. Es el único territorio sujeto a las normas constitucionales que puede jactarse de estar libre de impurezas. No se sabe a qué viene el empeño de Juan Galparsoro por contar con un fiscal anti-corrupción para el País Vasco. A no ser que, en realidad, no haya corrupción porque no hay ningún ‘bombero dispuesto a pisarle la manguera a otro’ denunciando lo que conoce. Nuestra menguada autonomía no nos impide desarrollar pautas propias de transparencia; pero para qué, si nadie lo echa en falta. No hay preguntas, luego no hay necesidad de respuestas. Un milagro de la cohabitación partidaria en el oasis.

Tenemos un 15,21% de paro, ocho puntos y medio por debajo de la media española. Solo Navarra está mejor, pura ironía. Claro que la media de la UE es del 10%, y únicamente Grecia y Croacia presentan, como países, mayor tasa de desempleo que Euskadi. Bastará que la economía vasca acabe el año con un crecimiento del 1% y con el 1,7% el próximo –según las estimaciones del Gobierno de Urkullu– para que el Cupo nos provea del colchón que necesitamos para financiar nuestro oasis. A ello se le sumará la contribución anual de la caja única de la Seguridad Social para cubrir el déficit que Euskadi presenta entre cotizaciones y prestaciones, que en 2015 podría situarse en torno a 1.700 millones. Y siempre nos caerá algo extra en la tramitación navideña de los Presupuestos Generales.

El oasis vasco se basa en la perfecta combinación entre el aprovechamiento de todos los recursos públicos disponibles –con amplia ventaja sobre las demás comunidades autónomas, empezando por Cataluña– y la muestra itinerante de quejas y denuncias sobre el incumplimiento de las previsiones estatutarias, advirtiendo siempre a los poderes centrales del Estado de que, llegado el momento, Euskadi demandará el derecho a decidir. Entre otras razones porque pagamos «de más» en concepto de Cupo.